Pedro Sánchez es el indiscutible triunfador de estas elecciones. Jugó estos años sus cartas al límite, incluso rozando la temeridad, pero ha logrado reconstituir el PSOE, contener a Podemos y situarse en una posición comodísima para repetir en el gobierno. Del riesgo de irrelevancia, al éxito electoral tras aprovechar en diez meses la oportunidad que se le abrió con la moción de censura y los errores de sus adversarios. Esa es la gran novedad con respecto a los anteriores comicios. Sánchez está en condiciones de repetir solo con el apoyo de Podemos, sin necesidad de atarse al voto explícito de los independentistas, o de buscar una mayoría absoluta con Ciudadanos, la única vetada a priori. Incluso puede gobernar en solitario, como dijo en campaña era su aspiración: ya lo hizo con 85 diputados y ahora tiene 123.

No hubo huida hacia los extremos de la moderada sociedad española. La fragmentación del voto conservador ha beneficiado extraordinariamente al líder socialista. La irrupción de Vox, en realidad para quedar por debajo de sus expectativas, ha destrozado a la derecha. España ya no es diferente. Que los ultras lleguen al Congreso supone acompasarse a una tendencia generalizada en el resto de países europeos, una expresión de malestar iniciada con el milenio y acrecentada con la crisis.

Albert Rivera, estancando en el centro, pugnó esta vez por convertirse en el líder de la derecha. En el primer envite, la baza le salió redonda. No rebasó al PP, pero Casado ya siente su aliento en la nuca. Al PP los sondeos no le auguraban nada bueno, pero el escrutinio ha resultado aún peor: toda una debacle.

Va a sufrir mucho en los próximos meses para recomponerse. Los socialistas han traspasado a los populares la amenaza de descomposición. Del duelo descarnado por rebasarse de hace cuatro años entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, la nueva etapa augura una guerra despiadada entre el PP y Ciudadanos en busca del sorpasso.

En la movilización de las emociones ha pesado más el miedo a la involución que otros riesgos, como el de ruptura de España, con la escisión social y los estragos políticos que está dejando. La amenaza de los independentistas persiste.

El peso de los nacionalistas sube en el Congreso y habrá que ver cómo gestionan esta realidad a partir de hoy los principales partidos. En el mundo del siglo XXI, la glorificación de la colectividad que plantean las fuerzas secesionistas en detrimento del bien individual carece de sentido. En Cataluña, el éxito de Esquerra y el buen resultado de los socialistas conjuran la radicalidad de Puigdemont.

Las urnas depararon también ayer un vuelco histórico en Galicia, donde el PSdeG acabó con la hegemonía histórica de la familia popular, primero con AP y después con el PP, al situarse por primera vez como la fuerza con mayor representación parlamentaria en el Congreso en la comunidad.

La formación de Gonzalo Caballero logró engancharse al efecto de arrastre de Sánchez en el resto del país y sumó diez diputados, cuatro más de los que tenía antes del 28-A, mientras que el PP perdió tres en estos comicios.

Ciudadanos se estrena con dos diputados en Galicia en estas elecciones, el mismo número de escaños que obtiene En Común Podemos, que hereda el espacio de En Marea, otro de los perdedores de esta cita electoral. La formación de Luís Villares, que contó con grupo parlamentario en el Congreso en la pasada legislatura, se ha quedado sin nada tras su autoimplosión interna. Al igual que el BNG, que tampoco ha logrado representación por segunda legislatura consecutiva. Vox, pese a acaparar atención en la campaña con nutridos mítines como el Palexco, no logró diputado alguno.

El efecto Sánchez también se ha dejado sentir en la ciudad de A Coruña, donde los socialistas no se imponían desde 2008, el mismo año en el que se registró la última victoria del PSOE en España. El partido de Sánchez pasó de ser la tercera fuerza en la ciudad coruñesa en las anteriores elecciones a convertirse en la primera este 28-A, con el 32% de los votos y trece puntos de ventaja sobre la formación de Casado. En Común Podemos ocupa la tercera plaza con el 16% de los votos y Ciudadanos sube del 10% al 14%.

El PSOE fue la fuerza más votada en el área metropolitana coruñesa y lideró los resultados en Arteixo, Oleiros, Culleredo, Cambre y Sada.

No puede ejercerse la política sin disputas y enfrentamientos, pero tampoco sin acuerdos. Unas elecciones no solo tienen por objetivo determinar una prelación de fuerzas sino también formar un gobierno. España necesita estabilidad. El país corre un peligro cierto de desaceleración económica y de acrecentar la desigualdad entre territorios. Sociedades cada vez más heterogéneas emiten mandatos que requieren soluciones complejas. La responsabilidad de los líderes, en especial de Pedro Sánchez, es encontrar ahora el camino y la determinación para afrontar los desafíos.