Ahora que a un sector de la Iglesia española no se le ha ocurrido nada mejor que "curar" la homosexualidad a base de psicoterapia y asesoramiento pastoral, no está de más recordar a uno de los pioneros de la liberación homosexual: el médico alemán Magnus Hirschfeld.

Se inscribe su figura en las turbulencias políticas de la República de Weimar, que siguió a la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial y al que homenajea el Museo de Historia Alemana, de Berlín, en el marco de una exposición bajo el título de Weimar: del Ser y el Valor de la Democracia.

Homosexual él mismo, Hirschfeld consideraba a los homosexuales, ya fueran hombres o mujeres, como "el tercer sexo", con toda una serie de de fases intermedias y transiciones entre los dos polos. Lejos de pretender curarlos, los animaba a vivir de modo natural y sin traumas su inclinación.

Luchó en contra del artículo 175 del código penal alemán, la Constitución alemana, que prohibía las relaciones homosexuales entre personas del sexo masculino, pero evidentemente sin éxito ya que ese artículo, que las castigaba con la cárcel, iba a seguir en vigor hasta su supresión en 1994.

La figura de Hirschfeld no está, sin embargo, hay que reconocerlo, exenta de sombras: fue partidario de la eugenesia y aconsejó incluso en algunos casos castraciones aunque siempre con carácter voluntario, es decir, sin llegar a imponerlas a nadie.

La gran obra de su vida fue la creación en Berlín en 1919 de un instituto de investigaciones relacionadas con la sexualidad, en el que había departamentos dedicados lo mismo a asesorar a las parejas que en procesos de divorcio y en métodos anticonceptivos.

Los médicos que allí trabajaban tenían especialidades en psiquiatría, ginecología, dermatología, cirugía o radiología, entre otras. Ofrecía además cursos para estudiantes, médicos y juristas. Y el centro, dotado de un museo y una gran biblioteca, se financiaba en parte con los ingresos por asesorar en procesos judiciales.

En el primer año de su existencia, según explica el sociólogo y sexólogo alemán Volkmar Sigusch en su Historia de la sexología (2008), el instituto asesoró a cerca de 3.500 personas en más de 18.000 sesiones: de ellos, dos tercios eran varones y un tercio, mujeres.

En aquel centro se hospedaron durante algún tiempo familiares y amigos de los colaboradores así como personajes famosos, entre ellos los filósofos Walter Benjamin y Ernst Bloch y el novelista inglés y cronista de aquellos años locos de Berlín Christopher Isherwood.

Todo acabó, sin embargo, la mañana del 6 de mayo de 1933, cuando un centenar de estudiantes nacionalsocialistas asaltaron el instituto y destruyeron salvajemente todo lo que allí había antes de que esa misma tarde llegaran miembros del grupo nazi de las SA para rematar la tarea.

Miles de libros y revistas que se guardaban en la riquísima biblioteca del instituto arderían sólo cuatro días más tarde en la plaza de la Ópera de la capital alemana.

Cuando ocurrió aquello, Hirschfeld llevaba ya varios años de viaje por el mundo, y ya no regresaría nunca más a Alemania ya que en su triple condición de judío, socialista y homosexual estaba literalmente condenado.

Y aunque intentó proseguir su labor en París, no lo consiguió al ser denunciado. En Shanghái conoció a un joven estudiante de medicina chino llamado Tao Li y vivió con él y su ex archivero Karl Giese en un ménage- à-trois. Finalmente moriría en mayo de 1935 en Niza a los 67 años.