Ningún partido lo prometió explícitamente en campaña, pero ahora que la suerte está ya echada, es el momento de subirle el sueldo a los españoles. El pueblo ha cumplido su parte al ir a votar tal como se le pidió: y bien haría el futuro gobierno en retribuir esa actitud con una mejora de las condiciones salariales.

Se trataría de un premio, pero también de una compensación por la murga que nos han dado los candidatos durante el último mes y, en particular, por la doble ración de debate que les propinaron a sus electores los cuatro principales mosqueteros. También la paciencia debe ser remunerada.

Replicarán los más ortodoxos que los sueldos no los fija el Gobierno, sino las empresas que se rigen por la ley de la oferta y de la demanda. No es menos verdad, aun así, que el mismísimo comisario de Asuntos Económicos de la Unión Europea, Pierre Moscovici, acaba de constatar la buena salud de las finanzas en España.

Sostiene el mentado Moscovici que los sacrificios a que han sido sometidos los españoles durante la última década pueden y deben ser compensados con un más justo reparto de la riqueza que se generó. Después de tantos años de roer hueso, ha llegado el momento de que los currantes le den también algún mordisco al jamón, viene a decir el alto jerarca europeo.

Mucho es de temer que este inesperado arrebato de sensatez de la UE choque con los mandamientos del Fondo Monetario Internacional. Los gerifaltes del FMI, organismo poseído por pulsiones sádicas, abogan desde siempre por la reducción de los salarios ("contención", dicen ellos en su jerga) como única fórmula para que las empresas sean más competitivas y la economía crezca a ritmo de mambo.

Sorprende ese pensamiento económico que vincula la prosperidad de un país a la pobreza de sus trabajadores, en la exagerada creencia de que los curritos mal pagados batirán palmas de alegría por la buena marcha de las finanzas de su país. Eso es tanto como afirmar que España va bien a cuenta de lo mal que le va a una mayoría de españoles con sus sueldos en el frigorífico desde que empezó la crisis.

Las recetas de ese Fondo que tanto insiste en flagelar a la mano de obra no coinciden, todo hay que decirlo, con las que aplicó en su día el empresario Henry Ford, famoso por los buenos sueldos que se jactaba de pagar a sus trabajadores. "Pago bien porque es justo", explicaba Ford, "pero sobre todo con la esperanza de que los demás hagan lo mismo. Si los empleados no tienen dinero, ¿quién va a comprar mis coches?".

El magnate americano afirmaba que un negocio basado en los bajos sueldos es siempre un negocio inseguro; pero eso fue mucho antes de que los chinos instaurasen el actual capitalismo salarial de Todo a Cien. Un modelo, este último, que ha sido fervorosamente abrazado por el FMI, a despecho del éxito alcanzado por la próspera Alemania o por Japón, países más partidarios de atraer a los trabajadores mejor formados con salarios decentes y el aliciente de la estabilidad.

Moscovici, que se supone habla en nombre de la UE, ha venido a poner un poco de sentido común en este debate al sugerir abiertamente la necesidad de que los sueldos suban en España. Ahora que ha terminado el ruido de las elecciones, lo normal sería que el próximo gobierno le haga caso al comisario y tome las medidas pertinentes. Otra cosa es que, aquí, lo normal sea con frecuencia algo fuera de lo ordinario.