Un saludo en este día especial, en el que se conmemora internacionalmente la Fiesta del Trabajo, a partir de los graves incidentes acaecidos en Estados Unidos en 1886, que culminaron con la ejecución de los llamados "Mártires de Chicago", después de unas tensas protestas en las que se pedía la jornada laboral de ocho horas. Un día que, paradójicamente, no se celebra en Estados Unidos „ni en Canadá„, después de que se optase por otra fecha desprovista de la carga conceptual y emocional de un día ciertamente aciago por las consecuencias para estos integrantes del movimiento obrero.

El caso es que aquí estamos, disfrutando de un día festivo y, al tiempo, recordando los enormes avances que se han dado en la Historia en materia de trabajo por cuenta ajena. Bueno, los avances y algunos retrocesos, porque nunca ha faltado „y todavía existe hoy„ un cierto grupo de personas que parece querer profundizar en la asimetría entre unos y otros seres humanos, de forma que los más produzcan con unas condiciones cuanto más precarias, mejor. Cuesta creerlo y hasta ponerlo aquí negro sobre blanco, pero es que escuchando algunas declaraciones sobre sueldos mínimos y cuestiones similares, de verdad que se infiere tal estado de opinión en tales grupos de presión... ¿De verdad que alguien se cree que una persona pueda vivir hoy plenamente con setecientos u ochocientos euros al mes?

Tal deseo de empobrecimiento social, o del mantenimiento de unas condiciones de vida tan precarias, es craso error. ¿Por qué? Pues porque solamente la consecución de unos estándares de bienestar a partir de un umbral consensuado por toda la sociedad es el verdadero motor de una economía fuerte, sostenible y con visos de ser algo más que flor de un día. Y, más que eso, el propagador de los mejores valores cívicos y de la existencia real de una sociedad vivible de verdad. Les he contado muchas veces que he tenido la oportunidad de conocer bastante en detalle sociedades muy rotas, donde unos poquitos lo tienen y lo controlan todo, y les puedo asegurar que eso no es vida. Ni para los que nada tienen, llegando a situaciones verdaderamente duras y en ningún caso justificables con nuestro actual nivel de desarrollo global, ni para los que lo atesoran todo y viven en un permanente estado de ansiedad que tampoco conduce a mucho más que al desasosiego. Se trata de realidades profundamente injustas, con un desarrollo democrático muchas veces parcial, profundamente inseguras y donde las oportunidades están muy segmentadas. Sociedades, en muchos casos, fallidas.

El acceso al trabajo es crítico en una sociedad como la nuestra, en la que el mismo representa tanto la oportunidad de realización de la persona en la sociedad como, sobre todo, su posibilidad de obtener recursos con los que poder desarrollar su vida. Y esto último es importante, porque solamente el trabajo remunerado tiene esta potencialidad, en tanto que otros elementos relacionados con la realización personal y la socialización pueden ser abordados desde ámbitos como la participación y el voluntariado, por poner un par de ejemplos. Pero, sin trabajar, pocas personas pueden vivir hoy, estando basado su insumo en las rentas propias o en las de sus familias, lo cual no es el caso más habitual.

La venta del trabajo genera, así, estabilidad personal, compatible con una mucho más viable situación demográfica, que buena falta nos haría, y con una capacidad de mejora de la sociedad más alta. Pero en España tal mercado del trabajo está lastrado por cuestiones que yo creo vienen arrastradas desde tiempos remotos, de forma que no acaba de entenderse el trabajo como un verdadero intercambio de suma cero. Fíjense, ¿cuántas empresas publicitan desde el primer minuto el sueldo que ofrecen, como resultado de la evaluación retributiva de determinadas competencias necesarias en dicho perfil, a partir de un catálogo previo de puestos de trabajo y un análisis a posteriori de dichas competencias? Prácticamente ninguna „de forma muy diferente al mercado anglosajón, por ejemplo„, lo cual retrata perfectamente esa falta de asunción de tal balance de lo que uno toma y aporta al unirse a un nuevo proyecto. Tampoco se busca, sin más ingredientes, al mejor candidato para cada puesto, entrando aquí en otros razonamientos de los empleadores más relacionados con cuestiones sociales y de influencia, así como otros elementos menores en lo que aquí atañe. Esto, más el absoluto presentismo „nada ligado a resultados reales„, o el enorme y yermo vacío en lo relacionado con la evaluación del desempeño, sobre todo en el sector público y en la pequeña y mediana empresa, fijan un estado de la cuestión laboral todavía muy ligado al pasado, y que siguen emponzoñando tanto el ambiente laboral como las oportunidades reales de mayor desarrollo personal y colectivo en nuestro país.

En fin... El trabajo es todo un mundo, con montones de derivadas que hemos ido tratando. Desde la explotación laboral hasta los nuevos modos de trabajo, pasando por la especialización, la formación para el empleo o ese debate tan actual de qué es un trabajo y qué es realmente esclavitud, incluida la prostitución u otras formas de abuso sobre la persona, como la llamada "gestación subrogada", que liga los caminos de quien recurre a tal "trabajo" por supervivencia y quien paga por ello, sin mayor vínculo personal ni motivación. Seguiremos hablando sobre ello. Y, mientras, Feliz Día del Trabajo, feliz descanso y, sobre todo, intenten ser felices, a su modo.