No hace mucho los coruñeses inflábamos orgullosos el pecho y con voz engolada presumíamos de la ciudad de la luz y el cristal, y hay quien sin exageración, comparaba la abundancia de los jardines floridos herculinos con los de Babilonia, y ahora resulta que es la cuidad de la porquería y las pintadas. Quizá la primera obligación y deber sea el de la limpieza, o al menos así lo proclaman las encuestas. Seguramente en este fracaso colectivo todos tenemos culpa, pero el Ayuntamiento debe liderar la reconversión, tolerancia cero absoluta a todas las pintadas, que cada cual se embotelle cuando quiera pero que limpie sus desperdicios y se le obligue coactivamente a baldear e higienizar, persígase a los que arrojen colillas y papeles, pudiendo ser señalados por cualquier vecino, todo incívico deberá ser acosado por la autoridad y los cuidadnos, a los guarros habrá que reeducarles con multas y cursos formativos, tenemos que revertir esta situación, es una cuestión de pundonor, en la que no es permisible la dejación, para que vuelva el fulgor y la luz a reflejarse en la ciudad del faro romano más antiguo del mundo como si fuera toda ella un espejo.