Hace más de una década que el área metropolitana de La Coruña es un proyecto inconcluso, cuya cristalización depende de un liderazgo potente y prestigioso y en vencer las renuencias de los alcaldes periféricos. La bronca registrada en la reunión celebrada recientemente en los estudios de Radio Coruña se vio salpicada por diferencias entre los ediles de Cambre y Oleiros por los enlaces de la vía ártabra. Creemos que cualquier contencioso que haya de resolverse in extremis por vía judicial marcará la pauta a seguir cuando intervienen personajes de distinto pelaje político acreditados por su proclividad a la confrontación. Hace falta del liderazgo ponderado que ha de ejercer el Ayuntamiento de La Coruña como capital de cabecera y coordinar un proyecto de concordia, austeridad y de rigor administrativo, cuidador de que cualquier ocurrencia lugareña sustituya la ética por la demagogia. Las áreas metropolitanas no son solo unidades territoriales, son además conglomerados de factores humanos, que han de integrarse en una unidad de servicios en torno a la ciudad-eje. Si, como todo indica, prospera la idea de agotar los mandatos políticos cada dos legislaturas, se ahorrarán muchas discusiones bizantinas. La Administración local ha de ser a la vez garante y agente a la hora de examinar los proyectos, algunos improvisados o producto de la impremeditación, rasgos que acusan con más frecuencia los políticos "ortodoxos" tan resistentes en abandonar el poder. Cuando se anquilosan en los cargos, existe el peligro de que se descompongan los modales o que haya quien se invente normas propias, acomodaticias a su caprichos o a intereses personales. La distancia con la realidad, en estos casos, alienta a los demagogos sin reflexionar que la verdad no es triste, es que no tiene remedio.

Otrosí digo

A partir de ahora, ante las próximas elecciones municipales, los partidos políticos deberán aplicarse a exponer sus proyectos acompañados de una financiación aquilatada, que no grave la fiscalidad cada vez más confiscatoria y no alentar la convicción falsa de que todos los bienes y servicios públicos son gratuitos.