Nuevas jornadas acumuladas en nuestros particulares calendarios, y nuevo punto de encuentro aquí, en el periódico. ¿Qué tal les va? Aquí seguimos, en un tiempo particular entre urnas y más urnas, construyendo entre todos y todas los mimbres de lo que será el país a medio plazo. Y hoy trayéndoles una pregunta siempre difícil de contestar... Oigan, ¿por qué la democracia „que sobre el papel estaremos prácticamente todos de acuerdo en que es el mejor de los sistemas de gobierno posibles hoy„ tiene a veces una plasmación tan difícil y atrabiliaria en la realidad?

Y es que son pocos, relativamente, los lugares del planeta en el que se nos presentan todavía hoy regímenes más o menos totalitarios, dirigidos según su criterio por una persona, una familia o una élite. "Haberlos hailos", claro que sí, pero no cabe duda de que, sin tener tal consideración oficialmente, hay también muchos más lugares ungidos teóricamente por lo beatífico de lo decidido entre toda la ciudadanía, pero que a la postre siguen siendo regímenes donde las libertades están coartadas, de forma que puedes elegir entre el partido único, el partido único y, a veces, también el partido único. Muchos de estos sistemas son, en el fondo, dictaduras disfrazadas y maquilladas en mayor o en menor medida, que llegan a jugar con retorcer al máximo los sistemas electorales y todo tipo de normas para perpetuarse en el poder.

Pienso todo esto, claro está, a tenor de lo que está aconteciendo en los últimos años en Venezuela, y que estos días ha alcanzado una mayor visibilidad por el curso de los acontecimientos. Una verdadera pena desde el punto de vista de cómo afecta en su día a día a la depauperada población del que en otro tiempo fue faro para todos nosotros. No olviden que Venezuela fue la Suiza americana para muchos gallegos y gallegas que, maleta de cartón en ristre con lo poco que tenían, empezaron allí una nueva vida. Hoy, sin embargo, la población venezolana „incluidos muchos descendientes de aquellos gallegos„ padece los sinsabores y las dificultades de la vida en una sociedad rota, con carestías importantes, y donde es difícil el mero hecho de salir tranquilo a la calle.

No cabe duda de que en torno a Venezuela y sus aconteceres se escriben hoy diferentes relatos, inconexos y hasta antagónicos. El propósito de este artículo es llamar la atención sobre ello, explicando „como muchos de ustedes compartirán„ que esta no es exactamente una historia de buenos y malos. Ciertamente, el régimen chavista, con su posterior delirante derivada centrada en Nicolás Maduro y los pajaritos que se le aparecen cual versión angelical del primero, hace mucho tiempo que perdió cualquier norte o cualquier sur, más allá de la elucubración de tales iluminados y sus acólitos, en detrimento de la calidad de vida, las oportunidades y la libertad para el pueblo. Pero también, sin menoscabo de lo primero, quiero hacerme eco de que no todo lo que reluce es oro en los que hoy promueven acciones contra el régimen, vinculados a intereses concretos y muy alejados, nuevamente, del bien común para una población que hoy sufre.

Que las personas sufren hoy en Venezuela un régimen pseudo-democrático donde la aclamación a la búlgara ha sustituido a la democracia real, es un hecho. Pero que la siempre inquietante administración Trump, así como otros grupos de interés vinculados al jugoso pastel económico cuyo control allí se dirime, no obran motivados por la mejora de las condiciones de vida de personas reales en escenarios reales, no es menos cierto. Haría gracia „si no fuese ciertamente triste„ el alegato hacia la democracia y la libertad que se enarbola cuando se habla de la realidad venezolana, mientras que esos mismos sectores callan y miran para otro lado cuando hacen negocio con sátrapas reconocidos de otras latitudes, donde la democracia ni ha entrado nunca ni se le espera. Falta evidentemente coherencia, a menos que se asuma que muchos de los que hoy se indignan por Venezuela y su situación „y no es para menos hacerlo„ no lo hacen en otros contextos porque, en el fondo, únicamente actúan por interés propio.

Miren, no sé qué va a ocurrir en Venezuela, pero no auguro nada bueno. Ni los unos „los que están„ son buenos para el pueblo, que ve cercenada su posibilidad de elegir soberanamente, ni los que quieren propiciar una intervención militar estadounidense son precisamente los que más cerca están de las necesidades reales de las personas, ni tienen una postura neutra en el entramado de intereses ligados al petróleo y presentes claramente en este, como en tantos otros conflictos. Es por eso que, reitero, solamente quiero expresar que esta no es una historia de buenos y malos, a pesar de las propagandas oficiales de unos y otros. Es una historia de intereses, como tantas acontecidas durante décadas en América Latina, con un claro trasfondo de lucha global en el panorama internacional, y que puede ser un avispero que desestabilice mucho más de lo que nos imaginamos.

A ver qué pasa. Ojalá todo transcurra de la mejor forma posible y la democracia, de verdad, pueda volver a un lugar castigado, que ayer fue nuestra tierra prometida, y donde hoy es difícil aspirar a mucho más que ir viviendo en un corto plazo realmente complejo, donde de la realidad a las distintas versiones de la misma hay mucho más que simples discursos...