Sería coherente, querida Laila, que el PSOE intentara gobernar en solitario si este partido fuese de fiar y si el resultado que obtuvo lo hubiese logrado en circunstancias, digamos, más normales. Pero ninguna de estas dos condiciones se cumplen. El PSOE es para muchos muy poco de fiar por su trayectoria durante los últimos cuarenta años: su historia de implicación en notables aferes de corrupción económica y política; su sumisión a las presiones de los poderes económicos como, por ejemplo, la reforma de la Constitución con nocturnidad para priorizar el pago de la deuda sobre el bienestar de la ciudadanía o el tan voluble papel jugado como uno de los polos del bipartidismo durante tantos años. Volubilidad que pone en solfa su ideario socialdemócrata y lo sitúa hoy en el mero centro político. Tan poco de fiar es el PSOE que sus propios militantes de base, simpatizantes y votantes recordaron a grito pelado el significado de sus votos a Pedro Sánchez en plena celebración de la victoria electoral: "¡Con Rivera, no", "No es No", "Sí se puede". También la propia victoria del PSOE estuvo muy condicionada por el dilema planteado en las generales que el propio partido utilizó y esgrimió en sus reclamos electorales. Me refiero a evitar la llegada de la ultraderecha al poder, ya fuese por un pacto a la andaluza, ya fuese por el proceso agudo de derechización de los otros partidos conservadores. Esto fue clave para la concentración de votos en el PSOE que se encargó de proponer alto y claro el objetivo de lograr un gobierno estable de izquierdas, ocupando él el centro abandonado por Casado y Rivera. Esto quiere decir que los votos a mayores que dieron la victoria al PSOE proceden de caladeros que están bastante más a la izquierda de lo que él está. Por ello tampoco parece apropiado un gobierno en solitario del PSOE, excluyendo a una parte decisiva de sus votantes. Porque, querida, eso de la llamada geometría variable lleva al PSOE, invariablemente, a ceder a las presiones del los poderes reaccionarios y extremos cuando se trate, sobre todo, de las cosas de comer y busque el apoyo de elementos como Rivera para no abordar, por ejemplo, la derogación de las reformas laborales, o de la ley mordaza, o para no establecer la progresividad real en toda la política fiscal, o para no denunciar el concordato con el Vaticano y tantas otras cosas. No parece haber garantía alguna de que el PSOE, gobernando en solitario con acuerdos a uno y otro lado, pueda abordar con solvencia las más elementales reformas que su electorado reclama, aunque solo sea por las presiones que las vacas sagradas del partido siempre están en disposición de emplear para blanquear políticas neoliberales extremas, presentándolas como moderadas o como único remedio.

Debieran los dirigentes actuales del PSOE caer en la cuenta de que muchos de sus votos de hoy provienen de formaciones y ámbitos de la izquierda y de movimientos transversales que reclaman políticas muy alejadas de la derecha neoliberal: partidos de izquierdas, bolsas de votantes de la abstención que no votaron antes porque no encontraban a nadie que los representara, movimientos como el feminista, el libertario o el de los pensionistas. Fuerzas sociales y políticas que defienden los derechos y libertades fundamentales, los servicios públicos, el bienestar de la ciudadanía, la igualdad de género y la convivencia pacífica entre las personas y los pueblos y que su querencia natural es la defensa y profundización de la democracia. En definitiva, gentes que buscan y proponen la auténtica moderación, la de verdad. Y esto, querida, el PSOE solo no lo garantiza. Porque no puede, porque no quiere o por las dos cosas.

Un beso.

Andrés