Miles de coruñeses salieron se movilizaron en la calle este primero de mayo para reivindicar una serie de mejoras en el mercado laboral entre las que destacan dos de gran trascendencia en Galicia y A Coruña: medidas para frenar el imparable aumento de la temporalidad en el empleo en la comunidad y para encontrar soluciones a la crisis industrial que afecta al área coruñesa.

Los datos estadísticos conocidos esta misma semana sobre la evolución del empleo durante el primer trimestre del año no suponen una buena noticia para Galicia. La contratación indefinida, que había experimentado un discreto aumento en la comunidad durante los últimos seis años, si bien a la sombra del incremento muchísimo mayor de la temporal, ha vuelto a caer en estos primeros meses del año, en los que se perdió un 3% del empleo fijo.

Entre enero y marzo, se formalizaron 226.756 contratos en Galicia, de los que solo 22.234 fueron indefinidos, frente a los 23.000 del año pasado.

Los contratos temporales, por el contrario, aumentaron en la comunidad en este mismo periodo casi un 1%, hasta los 204.522. La inmensa mayoría de estos contratos son apenas de días y el 32% no pasa de una semana. Los contratos temporales con mayor duración, los que superan el año, bajan también significativamente un 35% en este primer trimestre de 2019.

La gran asignatura pendiente en la economía gallego es que los contratos eventuales siguen sin pisar el freno desde el inicio de la recuperación de la economía tras la recesión. Por cada contrato indefinido en la comunidad hay once temporales. Es un enorme desequilibrio. Las diferentes modalidades de contratación temporal y la posibilidad de firmar a alguien por días o por horas permite que muchos de estos afectados por uno de los grandes males del mercado laboral en la actualidad se perpetúen en la precariedad. A finales de 2018 había 54.000 gallegos que llevaban más de tres años encadenando contratos temporales en la misma empresa. Y más de la mitad de ellos superaban ya los seis años.

En el conjunto de los asalariados gallegos, la eventualidad afecta a más de una cuarta parte, al 26,8%. La alta temporalidad genera inestabilidad para los trabajadores y contribuye a que los salarios sean bajos. Dificulta además que los trabajadores que se ven obligados a encadenar contratos temporales puedan mejorar sus condiciones.

La temporalidad y debilidad del empleo es desde hace años la llave de uno de los problemas más preocupantes en Galicia: el éxodo de los jóvenes. Las estadísticas constatan con alarma que la comunidad ha perdido el 22% de su población activa joven en el último lustro y que esta sangría avanza a un ritmo que dobla el del conjunto del país.

La espada de Damocles que pende en estos momentos sobre el horizonte de emblemáticas industrias coruñesas como Alcoa, Isowatt o Ferroatlántica es otro de los grandes problemas, que tuvo un gran protagonismo en la movilización del primero de mayo. Los datos estadísticos revelan que el modelo instalado en el área coruñesa ha sobrepasado ya con creces las líneas rojas establecidas por Bruselas para evitar la desertización industrial. La economía coruñesa sigue un camino inverso a las directrices marcadas por la Unión Europea, que fijan como objetivo alcanzar un grado de industrialización del 20% para 2020.

La comarca coruñesa no llega ni a la mitad del baremo europeo. La industria aporta aquí solo el 9,5% del valor añadido bruto (VAB), que equivale al producto interior bruto (PIB) más los impuestos indirectos netos, según revela el último Informe de Coyuntura Económica de la Provincia de A Coruña, elaborado por los clubes financieros de A Coruña y Santiago.

El alarmante documento alerta de la excesiva dependencia del sector de servicios en A Coruña y llama a aumentar el peso de la actividad industrial y a diversificar más allá del textil. Los servicios, especialmente el comercio, el transporte y la hostelería, generan el 83,1% de la economía del área coruñesa, a enorme distancia de la industria (9,5%), la construcción (6,2%) y el sector primario (0,6%).

Para atajar este declive industrial, es necesario un cambio en el modelo productivo con políticas que potencien los sectores básicos e impulsen tarifas eléctricas que abaraten el coste de la luz a las empresas con alto índice de empleo de calidad.