Queridos amigos: hace poco más de un año os escribía para solidarizarme con vuestra indignación y tristeza por un terrible suceso „el asesinato de Diana Quer„ acaecido en los lindes de vuestra hermosa tierra; ahora siento que debo hacerlo de nuevo para empatizar con vuestro sufrimiento por el criminal atentado que ha segado la vida de otros dos jóvenes, Alberto, de Rianxo y María, de Pontecesures, que se hallaban pasando unos días en Sri Lanka porque él, como tantos gallegos, se había ido a trabajar muy lejos, en su caso a la India, en busca de un futuro mejor. La mala suerte, unida a la vileza de los asesinos, ha hecho que el porvenir de ambos fuera destruido apenas unas pocas horas antes de regresar; pero lo cierto es que cualquier lugar, cualquier hora y cualquier persona les es indiferente a quienes desprecian la vida humana y la subordinan a sus fines sectarios. En aquella carta trataba de alentaros diciendo que pronto las aguas de la normalidad volverían a su cauce, restaurando la armonía de vuestro entorno una vez más. Lamento ahora que cuando las cicatrices de la anterior herida estaban empezando a cerrarse, se abra otra tan profunda como ésta. Condeno a los criminales que ignoran el valor de cada ser humano, a los que utilizan la muerte ajena como herramienta de sus oscuros propósitos, a los que solo miran por su causa sin importarles el daño que pueden hacer a otros, a los que han hecho que dos vecinos vuestros en plena juventud no puedan volver ya. Nuevamente el embate del mal os ha golpeado y con vosotros al resto de Galicia, de España y del mundo; sabed al menos que somos muchos los que en estos momentos estamos compartiendo vuestra rabia y vuestro dolor.