Los ciudadanos hablaron en las urnas y es la hora de los partidos, de las instituciones y del interés general. Los resultados no invitan al optimismo porque aumentan la fragmentación y el independentismo. Sánchez tiene delante una legislatura para gobernar sin riesgo de censura, ha ganado con mucha diferencia y le corresponde ser investido presidente. El hecho de que en la derecha el PP tampoco tenga una posición destacada sobre C's y Vox hace que la oposición desde ese lado tenga la tentación de jugar por todos los medios a moverle la silla a Sánchez desde el primer día. Sería un error porque lo que el país necesita es tranquilidad, es decir, una legislatura que llegue a término y en ese sentido sería lógico que al menos un PP que busque el centro debería abstenerse en la investidura. Y además porque la moderación tiene premio. No parece que Sánchez quiera maniatarse con pactos duraderos, ni con C's ni con Iglesias. Con Rivera, pese a los deseos de los poderes económicos, no habrá pacto a juzgar por lo sostenido reiteradamente por el líder de C's. Si Rivera cambia de opinión deprisa y corriendo daría la razón a quienes conciben la política como puro cambalache donde todo vale y enviaría hacia el futuro un mensaje decepcionante a sus votantes. Con Iglesias, que quiere pacto con ministerios, tampoco parece que Sánchez quiera andar el camino. No tiene el PSOE ganas de compartir poder y son muchos los que aspiran a conservar los cargos obtenidos con la moción de censura. Además Iglesias sigue pensando en competir con los socialistas por el liderazgo de la izquierda y personalmente sueña con el sillón presidencial. Si lo consiguió Tsipras por qué no Iglesias. En lugar de pactos de gobierno o de legislatura, Sánchez se sentirá más cómodo con eso que llaman la geometría variable, acuerdos con distintos grupos para según qué asuntos. Es el escenario querido por los votantes. Quedan por conocer los planes que Sánchez tiene para Cataluña, solo para ella porque el modelo territorial no puede cambiarlo sin reforma de la CE y esta no está a su alcance, lo cual, dicho sea de paso, le permite aparcar su España federal por muchos años, seguir especulando con la cosa y no tener que coger ese toro por los cuernos. La milonga ya ha cumplido su papel hasta que convenga entonarla de nuevo. Guitarristas no le han de faltar. Pero lo cierto es que en Cataluña, mientras que PP, C's y Vox obtienen algo más de 800.000 votos y solo 7 escaños, el independentismo, ERC, JxCat y Front Republicá, suma 1.220.000 votos y solos los dos primeros partidos 22 escaños de los 48 en disputa. Teniendo en cuenta, además, los 950.000 votos y 12 escaños del PSC por un lado y por otro los 600.000 votos y 7 escaños de En Comú Podem socios de Iglesias, no hay duda de que las exigencias catalanas van a ser de importancia. Hay quien todavía se pregunta cómo se ha llegado hasta aquí pero alguna pista da el hecho de que varios dirigentes del procés encarcelados son diputados electos, que las embajadas de la Generalitat clausuradas con el 155 ya están abiertas y que hace unos días el Tribunal Constitucional ha avalado la constitucionalidad de la Ley de Educación de Cataluña, salvo pequeños vicios, resolviendo un recurso presentado hace diez años por el PP. Añadan a eso que infinidad de votantes de Sánchez e Iglesias piensan que el problema del independentismo quedará resuelto con la sentencia del TS y se entenderá algo mejor cómo hemos llegado hasta aquí y cuál es hoy la dimensión real del asunto. Las cosas han cambiado mucho en veinte años y hay que asumir que salvo cuando estamos al borde del precipicio los españoles conviven tranquilamente con las crecientes asimetrías territoriales aunque despotriquen en la barra del bar.