Sin duda, vivimos en una sociedad digital en la que ya no sabríamos desenvolvernos sin utilizar diariamente las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC): ordenadores, internet, teléfonos móviles y redes sociales. Por supuesto, estas tecnologías tienen múltiples ventajas: nos permiten comunicarnos de forma inmediata y desde cualquier lugar con nuestra familia, amigos, colegas o clientes; también podemos corregir nuestros escritos sin tener que romperlos cada vez que cometemos una falta, y tenemos la posibilidad de conseguir rápidamente cualquier dato o información que necesitemos así como encontrar cualquier música que queramos escuchar o cualquier película que queramos ver.

Sin embargo, estas nuevas tecnologías tienen asimismo inconvenientes notables, el principal de los cuales es la adicción que provocan. Vemos continuamente pasar a nuestro lado a muchas personas que van mirando su smartphone sin ver a quienes tienen delante; sabemos de demasiados adolescentes enganchados a las redes sociales o a los videojuegos, lo que les distrae de sus estudios y dificulta a veces la vida familiar; incluso, muchos automovilistas se arriesgan a tener un accidente por seguir utilizando el móvil mientras conducen?por no hablar de la manipulación a que las grandes compañías multinacionales nos someten, y del uso interesado e indebido que a menudo hacen de nuestros datos personales.

A la vista de estos problemas, ¿habría que renunciar a estas tecnologías, desconectarse de ellas? Yo pienso que no necesariamente, a condición de que tomemos conciencia de sus riesgos y seamos capaces de dominarlas en lugar de dejarnos dominar por ellas. Pero para las nuevas generaciones, será preciso además aplicar innovadores programas educativos que les enseñen a ejercitarse en el uso verderamente inteligente, autónomo y crítico, de sus inteligentes aparatos técnicos.