No sé si, el que fuera alcalde socialista coruñés, Paco Vázquez, es un tipo inteligente, pero sin duda alguna es un tipo listo, muy listo. De hecho, a la cabeza de un partido, se dicente de izquierdas, logró aglutinar durante más de dos décadas muchos votos conservadores con el de los socialistas, para mejor servir a los intereses de los primeros. Intereses, con los que tanto se identificó, que llegaron a ser los suyos propios. Fue la época dorada del estilo faraónico, del auge del ladrillo, del despilfarro y del urbanismo del pelotazo. Cuando Paco Vázquez pasó a mejor vida, es decir, de alcalde de A Coruña a embajador en el Vaticano, dejó, muy a tiempo, su vida en la Ciudad Terrenal y se fue a la Ciudad Eterna dejando atrás, por lo que todo el mundo sabía y muy pocos decían, un olor a podrido cierto. Es decir, que después de haber recibido en esta vida el ciento por uno, pasó a gozar de la eterna bienaventuranza de una embajada metafísica. Escapó así, el bueno de Paco Vázquez, de la quema y consiguió cubrir de divina honorabilidad un ciento por uno de olor sospechoso y aspecto sórdido. Olor y aspecto de los que, por cierto, LA OPINIÓN alertaba por aquellas fechas.

Sería injusto decir que solo frívolos oropeles y marengos negocios produjo la política de Paco Vázquez porque, es verdad, que su gestión también propició iniciativas y decisiones beneficiosas para los coruñeses. Es lo que suele suceder en los grandes banquetes. Siempre quedan sobras y migajas para la pitanza, de la que se benefician los que no tienen la posibilidad de sentarse a la opípara mesa de los manjares suculentos. Podría destacarse entre los logros de la etapa socialista, por ejemplo, el notable apoyo que el Ayuntamiento socialista dio a la enseñanza pública.

Esas sobras y pitanzas seguro que serán muy puestas en valor en esta campaña por lo herederos de Paco Vázquez y harán bien. Pero, para que sean creíbles y fiables, también deben reconocer autocríticamente la enorme deuda que los gobiernos de Paco Vázquez dejaron en herencia a los coruñeses, que estos ya han comenzado a pagar, y deben ofrecer una estrategia y un programa de medidas concretas para que pague quien se benefició de la deuda y no quien solo recibió las sobras de aquel inicuo banquete.