Todas las dictaduras son malas, como cualquier absolutismo, pero casi tan mala como la dictadura del pasado es la dictadura del presente, que consiste en juzgarlo todo desde los códigos de hoy, deconstruyendo y reconstruyendo el pasado con arreglo a ellos. Lo peor de todo es que los dictadores del presente, con su cruzada moral, se creen lo que hacen, por lo que ni siquiera pecan, por falta de intención. Se trata de un mal del intelecto que solo tiene una cura, el conocimiento de la historia, que, con todas sus imperfecciones y falsificaciones, nos permite situarnos en el contexto de los hechos y las acciones. Esto vale para la historia antigua, la moderna, la contemporánea y la más reciente, pues, debido a la aceleración de los tiempos (sospechosamente parecida a la espiral del fregadero antes de tragar las miasmas), lo pasado hace solo diez años casi es ya prehistoria.