Algunos columnistas se preguntan hoy en Alemania cómo es posible que un joven político que no ha cumplido aún los treinta pueda haber causado tal revuelo en su país con solo reivindicar los valores originales socialistas.

¿Cómo es posible que se rasguen las vestiduras políticos y opinantes por unas simples declaraciones del dirigente de los Jusos (Jóvenes Socialistas) en las que denunciaba la especulación inmobiliaria o la cada vez más intolerable desigualdad social?

¿Por qué provoca más escándalo que se hable de colectivizar, si fuera necesario, un grupo automovilístico que los engaños de esa poderosa industria con los motores diésel o sus maniobras contra la propuesta de la UE de reducir en un 30% para 2030 las emisiones de CO2?

Y lo mismo pasa con la vivienda porque, como critica un semanario nada sospechoso de simpatías comunistas como Die Zeit, "la explotación" de los inquilinos por poderosos grupos inmobiliarios ha llegado a extremos que "hieren el sentido de justicia" de la gente.

Cuando las empresas de paquetería o de otros servicios pagan miserias a sus falsos autónomos, que no pueden a su vez pagar unos alquileres cada vez más exorbitantes, ¿cómo es posible que unas declaraciones de un joven socialista denunciando ese estado de cosas se conviertan en piedra de escándalo?

Es casi natural que un ministro de la Unión Cristianosocial bávara como Alexander Dobrindt, defensor a ultranza del sector alemán del automóvil, critique a aquel con el argumento de que quiere volver a tiempos de la RDA pero que lo hagan veteranos sindicalistas y dirigentes socialdemócratas indica hasta qué punto se han olvidado de los valores que dicen defender.

Porque el jefe de los Jusos se limitó a reivindicar cosas que están en el ADN del socialismo como es sin duda la exigencia de anteponer siempre las necesidades de la colectividad al desmedido afán de lucro de algunos.

Algo similar ocurre en el Reino Unido, donde la remota posibilidad de que el líder laborista Jermyn Corbyn llegue al poder parece provocar auténtico pánico entre los inversores hasta el punto que se han organizado seminarios sobre "cómo poner a buen recaudo la propia fortuna" frente a aquel.

Los ricos de la isla, siempre tan patriotas, muchos de los cuales votaron con seguridad la salida de su país de la UE, estarán ya buscando la forma de transferir rápidamente sus fortunas a las islas del Canal o a cualquier otro paraíso fiscal donde apenas pagarán impuestos, si es que las cosas se ponen feas.

Y ya que se critica a quienes mencionan la posibilidad de "expropiar" a quienes abusan de su riqueza en detrimento de la colectividad, ¿no habría que preguntarse quién expropió antes a quién?

Porque, ¿cómo calificar si no así la venta a precio de saldo de bloques de viviendas sociales a fondos buitre para que, tras expulsar de allí a los inquilinos de toda la vida, pudiesen esos triplicar los alquileres con solo un par de mejoras cosméticas?

Y, ¿no se dejaron alegremente expropiar muchos bancos durante la última crisis para, después de su rescate con miles de millones de dinero de todos, volverse a privatizar? ¿Quién es entonces el expropiador?