Dicen los gobiernos europeos que no aceptarán el "chantaje" iraní después de que el presidente de ese país les diera dos meses de plazo para que ayuden a Teherán a mitigar las consecuencias de la asfixia económica a la que está sometido ese país por EEUU.

La pregunta que hay que hacer, sin embargo, es quién chantajea a quién. ¿No dio el primer paso el Gobierno del presidente Donald Trump al salirse del tratado nuclear con Irán para forzar a Teherán y los demás signatarios a renegociarlo y aceptar sus nuevas condiciones?

Deberían por una vez los gobiernos europeos dejarse de hipocresías, armarse del mínimo valor frente a quien no parece querer aliados, sino vasallos, y comenzar a llamar a las cosas por su nombre: Estados Unidos está haciendo todo lo posible por incendiar una vez más Oriente Medio.

Uno de los que no tienen miedo a hablar es el diputado de los Verdes alemanes y miembro del Comité de Exteriores del Bundestag, Jürgen Trittin, para quien Estados Unidos "solo busca un pretexto para provocar una escalada en el conflicto con Irán".

Los gobiernos de Estados Unidos tienen gran experiencia en encontrar pretextos para intervenir militarmente. Y lo que hoy sucede en torno a Irán "huele demasiado", dice Trittin, al incidente del golfo de Tonkín, una operación organizada por los servicios secretos norteamericanos y que dio lugar a la intervención masiva de ese país en Vietnam.

El objetivo nada disimulado de Washington, coincidente con el de sus principales aliados en la región „Israel y Arabia Saudí„ es provocar en Teherán un cambio de régimen, para lo cual no ha vacilado en recurrir a las más duras sanciones económicas posibles contra Irán y enviar al Golfo Pérsico varios buques de guerra, bombarderos y misiles en una clara demostración de fuerza.

Washington trata de amedrentar militarmente a Irán mientras le asfixia económicamente al impedir que cualquier otro país compre su petróleo o realice cualquier tipo de operaciones comerciales con Teherán, amenazando con sanciones a las empresas que lo hagan.

Los halcones que aconsejan al político más ignorante y fatuo de cuantos han ocupado la Casa Blanca „el secretario de Estado Mike Pompeo y el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton„, no parecen temer un enfrentamiento militar con el país de los ayatolas.

Ni parece tampoco inquietarles, sino que parecen, por el contrario, buscar la desestabilización del régimen de los ayatolas, algo que podría degenerar en una espantosa guerra civil en ese país de 80 millones de habitantes.

Serían los países de la región, pero también los europeos quienes pagasen las consecuencias de un conflicto, cualquiera que fuesen sus características, ya que provocaría no solo una espantosa catástrofe humanitaria sino que elevaría hasta extremos inimaginables el peligro terrorista.

Por lo pronto, las sanciones impuestas unilateral y provocadoramente por Washington para doblegar al régimen iraní están haciendo profunda mella en su economía: el índice de inflación roza el 40 por ciento y para este año se prevé una caída del 6 por ciento de su PIB.

Las autoridades iraníes confían en que al menos China les siga comprando petróleo y también que puedan vender algo en el "mercado gris" a través de Irak y de Turquía, pese a lo cual se prevé que caigan de 2,5 millones a solo 750.000 barriles las exportaciones diarias.

Los europeos han intentado encontrar un mecanismo para que sus empresas, amenazadas por las sanciones "secundarias" de EEUU, pudiesen seguir comerciando con Irán, pero hasta ahora aquel se ha mostrado prácticamente inoperante.

Tal es el poder del que dispone EEUU gracias a que la mayoría de los intercambios se realizan en dólares y a través de un sistema bancario que controla que prácticamente ninguna empresa va a atreverse a eludir las sanciones de Washington.

Y por si no bastara con Irán, los europeos temen ya las consecuencias que puede tener para toda la región el "plan de paz" para resolver el conflicto palestino-israelí en el que trabaja actualmente el yerno de Trump, Jared Kushner, y que, según algunas filtraciones, se aparta de la solución de los dos Estados.

¿Cómo va a poder aceptarse como mediador en ese conflicto a un Gobierno que, en claro desafío a la legalidad internacional, ha reconocido a Jerusalén como capital única del Estado judío, ha dado por buena la anexión israelí de los altos del Golán y aceptado la continua ocupación de tierras palestinas por los colonos israelíes?

¿Se limitarán una vez más los gobiernos europeos a expresar su pesar por las medidas unilaterales que pueda adoptar Washington si los palestinos, como es previsible, rechazan su plan?