Estoy leyendo un interesante artículo que habla de la felicidad y del paso del tiempo. Y me he parado, una vez más, a pensar en la rapidez con que todo transcurre. Cuando te das cuenta, ha pasado un día? y un mes? y un año? y un montón de años? Pasas la niñez, la adolescencia. Después la Universidad o el aprendizaje de un oficio, buscar empleo, quizás formar una familia? Y, poco a poco, vas teniendo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que has vivido hasta ahora. Y estás en los sesenta?, en los setenta? ochenta? en los noventa? Y, de pronto, en algún momento, un día, te paras a pensar qué ha sido de tu vida? Y te preguntas si la has vivido realmente, si le has sacado todo el jugo que merecía la pena para ti. O si, por el contrario, has dejado de hacer algo que te gustaba, por falta de tiempo. Y que lo has dejado para después. Y, ahora, con el paso del tiempo, te das cuenta que, el después, no es lo mejor. Porque, después, la prioridad cambia. El encanto se pierde. Y las cosas ya no son igual. Envejeces. Y en esa espera, quién sabe, a lo mejor sufres por la carencia de aquello que tenías que haber hecho, o al menos intentado hacer. Sientes que el después ya es tarde. Porque, realmente, lo único que cuenta es el ahora. Vivir en un lugar donde no estabas es muy triste.

Lo cierto es que pasamos la mayor parte del tiempo viviendo en el pasado y en el futuro. Y el pasado ya nunca volverá. Y el futuro, cuando llegue al presente, tampoco lo viviremos. Porque seguiremos pensando en otro futuro. Y así es imposible disfrutar de las acciones propias.

La verdad es que no podemos vivir con intensidad, a menos que aprendamos a disfrutar el ahora. Y a no posponer lo que nos guste. Nunca se está en edad de posponer nada. Porque, las cosas, mañana, siempre serán diferentes. Muy diferentes. Y ya, cuando hayamos cumplido unos añitos, no desperdiciar parte alguno de los días que nos quedan. Ni un solo segundo. Y cada vez que vengan a nuestra mente todos los errores que hemos cometido partirnos de risa. Porque no eran errores, sino resultados. Y lo eran porque tenían que ser para nuestra evolución en este misterioso y enigmático planeta Tierra.