El desplome de Podemos y sus marcas es tan brutal que se convierte en objeto de estudio. Sería fácil imputarlo al extravagante discurso de Pablo Iglesias, oscilando entre la demagogia populista y un moderantismo casi indecoroso, y salpicado de clamorosos errores de bulto (¿cuántos miles de votos perdió denostando la filantropía de Amancio Ortega?), pero a mi juicio son otros, y atinentes a Podemos en su conjunto, los factores de fondo: su ambigüedad ante el independentismo, incompatible con el alma popular española; su incapacidad para entender que en una democracia de partidos solo tienen vida estable los partidos organizados; y, sobre todo, la reversión de un hecho que está en el mismo origen de Podemos: una crisis económica de carácter sistémico. Una vez restablecidas las constantes vitales de la socioeconomía (aunque persistan graves efectos), se ha retirado el agua primigenia.