El automóvil que conducía José Antonio Reyes iba a 237 kilómetros por hora cuando sobrevino el mortal accidente según se deduce de los primeros informes de la Guardia Civil de Tráfico. Una velocidad excesiva para un tramo de autovía que obliga a circular como máximo a 120. Al parecer, reventó una rueda, el automóvil dio varias vueltas de campana en una trayectoria de 200 metros y acabó convertido en una "bola de fuego" tal y como lo describen testigos presenciales. Reyes y un primo suyo fallecieron en el acto y otro familiar que los acompañaba pudo ser sacado del vehículo con el 60% de su cuerpo quemado. Ahora, los jueces establecerán las penas aplicables al caso y quien ha de pagar las trágicas consecuencias. En vida, José Antonio Reyes fue un futbolista famoso con un dilatado historial (Sevilla, Arsenal, Real Madrid, Atlético de Madrid, Benfica, Espanyol, Córdoba, y Extremadura) además de internacional por España en varias ocasiones. A parte de eso era simpático, cordial y buen compañero. Ese perfil humano y profesional ha bastado para que los medios de comunicación dedicaran un amplísimo espacio a un suceso que en su tierra natal de Utrera (Sevilla) movilizó masivas manifestaciones de duelo. Los testimonios de pésame llegaron de todo el país y hasta de Inglaterra donde protagonizó un sonado traspaso a uno de los clubes más antiguos y prestigiosos de la Premier League. Como remate del homenaje, la Federación Española de Fútbol le concedió a título póstumo la medalla de oro y brillantes. Es obvio conjeturar que si el trágico accidente no se hubiese tenido lugar y Reyes pudiera haber gozado de una larga vida, la oleada de reconocimientos tampoco se hubiera producido. Al menos, de esta manera. Pero en España la sentimentalidad está a flor de piel y se suele expresar de forma excesiva. La casualidad ha querido que el accidente del famoso jugador andaluz coincida con la vigencia de una campaña de la Dirección General de Tráfico sobre las terribles consecuencias de la velocidad excesiva en carretera que nos ofrece cada año una larga lista de muertos y heridos. Para darle mayor dramatismo, los anuncios van filmados en blanco y negro y las grabaciones en audio son leídas de forma tan solemne como campanuda. Pues bien, la foto de los restos del automóvil de José Antonio Reyes pudiera valer perfectamente para ilustrar alguno de esos episodios. Cuyo objetivo último es impresionar a los automovilistas para que no olviden que las carreteras son de uso público compartido y hay que transitar por ellas respetando las normas de seguridad. Y nunca para experimentar el vértigo de la velocidad al límite de la potencia del motor, que es una práctica delictiva. El suceso me trae a la memoria la muerte de cinco jóvenes estudiantes que volvían de madrugada de una fiesta y se estrellaron contra una casa a poco más de 200 por hora. El coche se incendió y perecieron abrasados. El ayuntamiento, la dirección del instituto, las familias, y los vecinos les organizaron un funeral propio de unos héroes de guerra.