La Unión Europea ha señalado que más del 25% de la población mundial está obesa, condición que, en los últimos años, se ha duplicado en la grey infantil. El sobrepeso y la obesidad han dejado de ser cuestiones estéticas para configurarse como verdaderas crisis sanitarias. Es más, se asegura que las nuevas generaciones europeas tendrán una esperanza de vida menor de la que disfrutaron sus padres. En Galicia hay actualmente cerca de 400.000 obesos, 83.000 más que hace una década. Seis de cada diez gallegos se ponen a dieta mediante la operación bikini; y uno de cada tres ciudadanos verifica previamente la grasa de los alimentos que compra. Según la doctora Ana Belén Crujeiras, investigadora del Grupo de Obesidad, Cáncer y Epigenética de Santiago, el empleo de la cirugía bariátrica (reducción del tejido adiposo para modificar los genes que llevan a la obesidad) resulta eficaz. En este contexto, se advierte de que los hábitos de vida de los padres dejan huellas en el conjunto de los genes que transmiten a sus hijos. Para el presidente de la Fundación del Corazón, el cardiólogo y catedrático doctor Carlos Macaya, "prevenir la pandemia de la obesidad debiera ser un objetivo del Estado". Hace algo más de una década, la entonces ministra de Sanidad, Elena Salgado, implicó a la industria alimentaria en reducir los porcentajes de grasas, sodios y sales en la comida para combatir la obesidad, tema preocupante en los niños. España, con un 14,5%, es uno de los países con mayor porcentaje de población con sobrepeso. También se dio a conocer un Plan Estratégico para la Nutrición y se proyectó un Observatorio para la Obesidad, se acordó la promoción de la enseñanza gastronómica y fomentar cada vez más las actividades físicas. Algunos no lo tomaron muy en serio porque consideraron un intervencionismo que, por una ordenanza, se nos exigiera que además de ser buenos ciudadanos teníamos que ser delgados.

La operación bikini, en nuestra ciudad, no es fácil cumplirla, precisamente en verano, cuando la gente se entrega al goce dionisíaco de vivir. Aquí no hay lugar para la iracundia, ni para desfilar a trasero libre. El paseo es mirarse en el espejo del Atlántico y a la vez admirar a nuestras ombligueras luciendo sus figuras, bien cinceladas. La alegría coruñesa consiste en disfrutar de la contagiosa sensualidad de la vida, prodigiosamente satisfecha. ¿Quién se resiste ante un pulpo á feira? O ante una tortilla de Betanzos o un buen jamón. El sustento de los productos del mar es capítulo aparte; son los ingredientes de la constante sonrisa, de nuestras mejores historias culinarias.