En los últimos años, el rural gallego se había convertido en un refugio para muchos trabajadores expulsados de los otros sectores, sobre todo de la construcción. Esta fue la principal causa de que el número de ocupados se incrementase casi un tercio, y no que necesitase más mano de obra como ocurre con los servicios, según aseguran los agricultores.

Los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del primer trimestre de 2019 revelan sin embargo que el rural gallego ha perdido últimamente esa condición de refugio para los que se quedan sin trabajo en las ciudades y que, al hilo de la tímida recuperación económica, ha sufrido de nuevo el éxodo del 20% de sus trabajadores. El sector agrícola de la comunidad destruyó carca de 15.000 empleos en apenas año y medio. En Galicia, según el último informe de la EPA hay ahora 63.600 trabajadores agrarios, una preocupante cifra que se acerca mucho a la peor registrada en la comunidad: los 61.200 de comienzos de 2015.

El sector primario de la comunidad había ganado cerca de 18.000 empleos desde 2015. Un 28% más. En marzo de 2015 había 61.200 personas empleadas en esta actividad, mientras que en el tercer trimestre de 2017 se habían disparado a 78.300, una cifra similar a la registrada a finales de 2012, cuando todavía no se había dejado sentir la fase más dura de la crisis económica.

La mayor parte de ese aluvión laboral en el sector agrícola procedía de la construcción y regresaba al rural ante el difícil panorama para encontrar trabajo estable y también por el importante adelgazamiento en esos años del sector público gallego, que dejó sin renovar muchos contratos temporales, según la versión de los sindicatos agrarios. Pero el fenómeno comenzó a revertirse durante el año pasado.

El empleo en la agricultura gallega tocó techo en el tercer trimestre de 2008, cuando trabajaban 102.500 personas. El suelo se alcanzó a principios de 2015 con solo 61.200. Es decir, 41.300 menos, o lo que es lo mismo un 40% menos.

En esos dos años, de 2015 a 2017, en los que el sector agrario sumó 17.200 empleos más, los sindicatos puntualizan que no hubo creación de empleo nuevo en el rural. Esas reincorporaciones eran los que retornaban a la casa de sus padres o hermanos debido a que no encontraban trabajo en otros sectores económicos. Se registraron incorporaciones concretas de gente joven que sí creó nuevos empleos, pero fueron casos aislados que no alteran la regla. En ese periodo, el empleo en la agricultura de la comunidad llegó a encadenar seis trimestres de subida.

La recuperación económica en los últimos dieciocho meses, aunque tenue, fue el detonante para que campo gallego dejase de ser un refugio laboral y en este año y medio casi se ha destruido el mismo número de empleos que se había creado. Entre septiembre de 2017 y marzo de 2019, el sector agrícola se ha vuelto a derrumbar. De los cerca de 79.000 empleados que registraba el rural en el tercer trimestre de 2017, la cifra de ha desplomado hasta los 63.600 que figuran en los últimos datos de la Encuesta de Población Activa, referentes a marzo de 2019.

Seis de cada diez trabajadores del campo gallego son hombres (39.100), frente a 24.500 mujeres. La cifra de mujeres empleadas en tareas agrícolas en la comunidad es la más baja que se registra desde principios de 2016. De los 14.700 empleos que se han perdido en el último año y medio, el 65% son hombres y el 35%, mujeres.

Por provincias, A Coruña cuenta con el 33% de los ocupados en el sector primario; Pontevedra, con el 31,1%; Lugo, con el 28,4% y Ourense, con el 7,3%. Las cuatro provincias se han comportado de diferente forma en el último año. A Coruña ha perdido el 15% de su fuerza laboral en el campo; en Lugo, el 8,5%, y en Ourense, el 2%. Por el contrario, ha crecido un 5,8% en Pontevedra.

Hasta el pasado mes de marzo trabajaban en la agricultura 21.000 personas en A Coruña; 19.800 en Pontevedra; 18.100 en Lugo y 4.700 en Ourense.

Si bien los sindicatos agrarios gallegos achacan la principal causa de este éxodo laboral agrario a la recuperación de otros sectores económicos, significadamente el de la construcción, puntualizan también que hay otros factores relevantes que pesan en este paso atrás del empleo rural.

Uno de ellos es el envejecimiento, ya que la tercera parte de los dueños de las explotaciones del campo gallego son mayores de 55 años. Y el gran problema es que carecen de relevo generacional en su actividad. A medida que los propietarios van llegando a la edad de jubilación, las explotaciones se cierran porque no hay nadie que se haga cargo de ellas.

Otro, es el empeoramiento de las condiciones de vida en el rural. Y está relacionado con el factor anterior. A las peores condiciones económicas del sector agrario frente a otras actividades económicas como la construcción, se suma además la precariedad de servicios públicos que dejó la crisis en el medio rural. Hoy por hoy, vivir en el campo gallego resulta poco atractivo porque te conviertes en un ciudadano de segunda en cuestión de servicios públicos, educativos o sanitarios, y también el acceso a las redes sociales en internet.

La fuerte caída del empleo agrícola en Galicia contrasta con el incremento de este sector en el conjunto de España, que se ha elevado un 8% en el mismo periodo. Un dato que indica que, pese al fenómeno global de la España vaciada, en Galicia hay deberes urgentes por hacer para intentar contener la desertización demográfica que amenaza al mundo rural de la comunidad.