Me refiero a aquel antiguo juego de mesa con tarjetas de preguntas y quesitos de colores que demostraba la memoria de bachilleres que también supiesen de cine y deportes. Pues sepan, casi todos los de lejanas quintas, que no les sería fácil aprobar la selectividad, ni aquí ni en Valencia „es un decir„ pues nos encontramos todos en un momento en el que no podemos pontificar sobre los exámenes de acceso a la universidad, como un hecho aislado, sin relación con el resto del sistema educativo, incluso haylos que reclaman sin tener edad para hacerlo.

Sería bueno que nos sentáramos un rato y consiguiéramos diferenciar la realidad del triunfo de nuestro ego ganando al trivial, del examen de selectividad que no superaríamos, ni con el móvil, en muchas materias de las pruebas de acceso. Sostengo, por lo tanto, que nos alejemos de polémicas inútiles sobre los ámbitos competenciales y geográficos para el acceso a la universidad. Si entramos en el fondo del asunto es posible que nos encontremos con problemas no resueltos; el primero sería la necesidad de la prueba objetiva, mi respuesta es obvia ya que no hay duda alguna de su necesidad para equilibrar redes educativas diversas y que no se alteren las notas en diferentes centros. Por lo tanto, se abre la veda sobre si se ha de hablar de una sola prueba nacional, tal y como tenemos un distrito universitario único, o seguimos con las pruebas autonómicas. Si revolvemos un poco más llegaríamos a la conclusión de que para conseguir esa circunstancia ideal tendríamos que replantearnos las competencias en el sistema educativo en su totalidad o, por lo menos en el bachillerato, ¡Oh no, por favor, no propongo de herejías centralistas! Ojo que nadie está dudando de la necesidad de que las lenguas cooficiales sigan teniendo su uso, rango y prestigio en todas las materias, faltaría más. Entre otras cosas eso significaría que 2º de Bachillerato dejase de ser la preparación del examen de conducir parcelario para superar los exámenes más frecuentes en nuestro trivial comunitario y pudiese ser más equitativo en todo el país.

Pero, como siempre, hay más intereses. Habrá que suministrar papel de fumar a las consejerías y universidades con presupuestos públicos y captadoras de matrícula para que no pongan zancadillas al distrito único y la única forma es homogeneizar los currículos a valorar y, por lo tanto, también las pruebas.

Queda la reflexión a su libre albedrío, sin dejar al margen otra paralela, referida a la imposición fáctica de la selectividad sin tener en cuenta a los futuros técnicos superiores que serán los profesionales del futuro aunque no sepan dónde trabajarán.

Pero estemos tranquilos, siempre tendremos grados universitarios a buen precio y másteres del universo otorgados, previo pago, para colgar en el portal de turno. La nota de la selectividad seguirá siendo superflua para ellos.