Los niños de hoy en día crecen deprisa y, en muchos casos, lo hacen mal. Ya no solo se han dejado engullir por las fauces del lobo cibernético, sino que la afición a estar plantados ante pantallas ha degenerado hasta a hacerlo frente a videos y películas de contenidos pornográficos.

A ciertas edades es loable sentir curiosidad por lo desconocido, pero también es muy cierto que esta clase de impulsos siempre suelen acabar matando al gato. Para evitarlo, nada mejor que refrenar por medio de otros alicientes y actividades esa necesidad implacable de querer conocer lo prohibido o, en su defecto, de controlar férreamente al personal infantil.

Un estudio acaba de detectar que el inicio en el consumo de material obsceno ronda los catorce años, sin embargo, se ha descubierto que muchos infantes han coqueteado con el sexo por medio de la visualización de fantasías extremas con tan solo ocho años. El gran problema radica en que los intérpretes de esta clase de filmaciones-ya sea dirigidos o sin dirigir-proponen una sexualidad distorsionada en la que priman los patrones machistas cuyas constantes son la vejación y la violencia contra las mujeres, las prácticas de riesgo y la descontextualización de las relaciones interpersonales.

El video sexual más visto a día de hoy escenifica una violación en grupo. Una aberración que, de forma incomprensible y como todo lo bueno y todo lo terrible, ha podido ser subida a las redes. Deberíamos pensar que, quizás, no sea casual que en estos momentos estén judicializados los casos de más de cien manadas en España... Y esto es un problema de magnitudes insospechadas porque nuestros hijos llegan a ver normal lo que en realidad es anormal.

El lobo feroz que representa la pornografía vista por menores y por pervertidos, es mucho más fiero que aquel que asomaba su patita en las ya obsoletas revistas pornográficas o en las primeras películas del género. Nada que ver. La información distorsionada de hoy en día y el todo vale, han logrado que las cabezas más retorcidas se afanen en dejar boquiabierto al espectador por medio de prácticas de toda índole basadas generalmente en visualizar a las mujeres como pedazos de carne en manos de uno o de varios machos cabríos, o en la distorsión de las relaciones sentimentales.

Es necesario abrir puertas y ventanas a un debate social en torno a asuntos como actualizar la educación afectivo-sexual, a qué edades debemos entregar el arma mortífera que puede representar un teléfono móvil para nuestros hijos, e incluso a tratar de regular accesos y contenidos. Por esquivos que los niños se muestren ante sus obsoletos padres, hay que tratar de dialogar con los menores desde la libertad y, por encima de todo, es necesario transmitirles que las relaciones tienen que ser igualitarias y consentidas entre hombres y mujeres... Porque los niños de hoy en día serán los adultos del mañana y compondrán el entramado de, quizás, la sociedad mejor formada académicamente de todos los tiempos..., pero de nada valdrá si también es la más degenerada e infeliz.