La sensación de la semana ha sido el anuncio de lo que parece un principio de acuerdo entre PSOE y Podemos para poner en pie un "Gobierno de cooperación", fórmula política novedosa de la que no existen precedentes. Hasta ahora, sabíamos lo que era, y cómo funcionaba, un "gobierno de coalición". Se solía dar cuando ninguna de las fuerzas en presencia tenía los votos necesarios para gobernar en solitario; o con ayudas parlamentarias puntuales en el caso de que la línea que marca la mayoría absoluta estuviese al alcance de la mano. En ese momento adquirían enorme valor los votos de las minorías más minoritarias y entrábamos en el bonito juego del chalaneo o de la llamada "geometría variable", según expresión al gusto de los politólogos. Es decir, unas veces se pactaba con unos y otras con otros a cambio de mayor visibilidad ante el electorado o de ventajas para el territorio donde eran predominantes. Los nacionalistas vascos y catalanes fueron durante estos años un claro ejemplo de lo que digo. En España, salvo en gobiernos autonómicos y municipales, no se dio nunca un "Gobierno de coalición" cuando es una fórmula de uso común en el resto de las democracias europeas. Una carencia que los politólogos achacan a la falta de una "cultura de pacto" entre nuestra dirigencia y también a un soterrado "guerracivilismo" que hemos heredado durante el tránsito de la dictadura a la monarquía parlamentaria. El PSOE, bajo el liderazgo de Felipe González, alcanzó tres mayorías absolutas y el PP dos, con Aznar y Mariano Rajoy a los mandos de la nave. De esas cinco mayorías absolutas (que degeneraron en graves corruptelas) los electores salieron escarmentados y ahora hemos convenido en preferir el multipartidismo al bipartidismo en la creencia de que no puede entregarse todo el poder a un grupo determinado. Y en esas estamos ahora. El PSOE del audaz Pedro Sánchez, que ostenta la mayoría minoritaria, hubiera preferido pactar un gobierno de coalición con Ciudadanos, pero el partido de Albert Rivera, que exhibió durante un tiempo una leve coloración socialdemócrata en algunos de sus planteamientos, ha entrado de lleno en la disputa al PP del liderazgo del bloque de derechas y esa posibilidad de momento se ha esfumado. Y visto que navegando hacia su derecha no se daban condiciones favorables se ha girado a su izquierda para asegurarse por lo menos los votos de Podemos, que son imprescindibles para alcanzar el gobierno. El problema reside en que el señor Iglesias quiere por lo menos dos ministros en ese gabinete y parece desechar la oferta socialista de nombrar unos progresistas independientes al gusto de la formación morada. Para desatascar el atranco, y ganar tiempo, el PSOE y Podemos se han inventado la fórmula del "Gobierno de cooperación", que nadie sabe explicar en qué consiste. ¿Cooperar con el Gobierno desde dentro del Gobierno? ¿Cooperar desde fuera? ¿Cooperar desde el Parlamento solamente? El señor Iglesias parece preferir la primera fórmula porque no se fía de que su socio una vez en el poder se olvide de sus promesas y los traicione. Según dijo, esa misma jugada ya se la ha hecho otras veces y está escarmentado. La recíproca desconfianza no parece el mejor augurio para una relación estable.