Nueva oportunidad para saludarles, en un momento intenso en muchos ámbitos. Hoy se constituyen las corporaciones locales, salidas de las pasadas elecciones, con algunas incertidumbres y muchas conversaciones cerradas ya entre los protagonistas de este momento en las distintas casas consistoriales. Ojalá lo que salga de ahí en todos los ayuntamientos del país sirva, sobre todo, para mejorar la vida de las personas, así como para edificar una sociedad que mire al futuro con alegría, y no con esa congoja de un grupo humano que, para empezar, decae en número cada día. Porque esa, no lo olviden, es la base y el primer requisito necesario para cualquier construcción futura con éxito: las personas... Y sin ellas, se diga lo se diga, esto va a menos.

El caso es que hoy pensaba reflexionar con ustedes acerca de la recientemente terminada ABAU, antigua Selectividad, en términos de si es mejor una o diecisiete, tal y como se plantea desde diferentes foros y grupos de interés. Ya lo abordaremos más adelante, pero en esta jornada se ha cruzado otro tema en mi camino, relacionado con lo que decía en el primer párrafo. Y es que, a raíz de la visita estos días de un amigo de lejos, hemos reflexionado sobre cómo nos va por estas latitudes en materia de calidad de vida real. Y, a partir de datos de rentas per cápita, emolumentos por el trabajo, esfuerzo en vivienda y coste de la vida, cotejando diferentes fuentes, actualizamos nuestra opinión sobre ello. ¿Vivimos mejor o peor los españoles que en otros países de corte similar? Ese podría ser el título general para el conjunto de reflexiones y tertulias que se han producido estos días, que hoy de alguna manera comparto aquí con ustedes.

Pero nada nuevo bajo el sol... Simplemente, más datos para reafirmarme en lo que hemos hablado más veces. Y es que nuestra economía, un tanto acomodaticia, basada hoy sobre todo en los servicios y en las vueltas a un modelo de cambio pensado fundamentalmente para que nada cambie, no nos está dando buenos réditos. En algún momento decidimos apostar por el low cost en nuestras vidas, y aquella ligazón de antaño entre trabajadores y empresas, ha sido quebrada para siempre, y sustituido por algo tan líquido e inestable que da vértigo. Incluso en el sector social, o hasta en el sindical, hemos visto verdaderas aberraciones en aplicaciones de ERE a pesar de los altos beneficios anuales, y políticas de auténtico desplazamiento de trabajadores mayores, más experimentados y más caros, por nuevas generaciones, sin mayor razón objetiva que esa. Retraso en la edad de jubilación, por ejemplo, mientras otros siguen prejubilando de forma draconiana, desangrando a sus empresas de la experiencia acumulada durante décadas, con peregrinas excusas. Y es que muchas veces se aduce un menor nivel de los más sénior en competencias tecnológicas, por ejemplo, pero a menudo esto no pasa de ser mito. La pela es la pela e, independientemente de la calidad del servicio prestado o de la capacidad de resolver problemas reales en la empresa, se diezman plantillas con mentalidad cortoplacista, perjudicando en el largo plazo a la organización.

No quiero dar datos comparativos de cómo se vive en conjunto en España y fuera de ella, porque tengo tantos, que es difícil priorizar. Pero les animo a echar un vistazo objetivo a las estadísticas de los países de nuestro entorno y, más allá, de otras realidades más lejanas, como en la que vive mi amigo. Lugares donde un sueldo medio es más del doble que aquí, la inversión en vivienda muchísimo menor y la carga fiscal organizada de tal forma que, a pesar de lo que se cuente, resulta efectivamente más llevadera para un segmento socioeconómico medio. Y en los que, además, la base de sueldo para la jubilación se toma con solo los últimos tres años, y no como aquí. Aunque, bien mirado, en España casi nos conviene que nos computen la vida laboral entera, vista la mengua de lo remunerado en los últimos tiempos en una buena mayoría de casos.

Aquí miramos mucho a nuestro entorno para contar nuestra propia realidad, pero a menudo de una forma parcialmente interesada. Se nos dice que los demás pagan muchos más impuestos, lo cual a veces es verdad. Pero se omiten datos como el coste de vivir en cada una de tales realidades, por ejemplo, el conjunto de transferencias sociales en todas ellas, o los sueldos medios en las mismas. Aquí se insiste „y hay una buena recua de presuntamente cualificados economistas que no cejan en tal empeño„ en que subir los salarios más bajos es malo para la economía. Y los mismos no parecen darse cuenta de que, con setecientos euros al mes, aquí es difícil poder dedicarse a algo distinto a sobrevivir.

El camino emprendido en nuestro país es, para mí, peligroso. Porque el deterioro de una clase económica media empobrecida no acaba de arreglarse. Y esa es la base de una sociedad vivible, segura y con visos de futuro. El primer hito ante un problema, de cualquier naturaleza, es reconocerlo. Y, desde algunos ámbitos, parece que esto es difícil que se produzca. Y o nos subimos todos al barco del progreso o la sociedad de mañana estará aún mucho más fracturada, con terribles consecuencias. ¿Que no pasa nada por ello? Hablando con mi amigo, estaríamos de acuerdo en responder: "No sabe usted lo que dice...".