Escuchaba no hace mucho a empleadas de los albergues del Camino de Santiago quejándose de las exigencias de algunos peregrinos que, por cuatro perras, demandan buena conexión a la Red, la cama de abajo en las literas y dos huevos duros. Es decir, observan que los intereses de los supuestos peregrinos van cambiando, que el turismo de bajo coste va copando la capacidad de los hospitalarios albergues, no tanto la de los senderos que los unen entre jornadas de supuesta caminata. A lo mejor hay que darles una alternativa, buscar algún ejemplo a seguir en esto de la espiritualidad y la búsqueda de uno mismo. No quiero yo, de ninguna manera, restar clientela al potencial turístico que tiene el camino francés „ni los otros„ tampoco quiero tratarlo como un parque temático en el que los bosques, los trigales y los viejos templos fuesen sus únicos atractivos; en cuanto entran en las etapas gallegas ya se enteran de lo que vale el pulpo y la empanada en las tabernas; pero no hay peligro, llegan al Obradoiro y los desinfectan con el incienso del botafumeiro y los que siguen hasta Fisterra ya queman allí sus enseres frente al mar.

En fin, digo que a lo mejor hay que promover otras formas de recorrer los caminos que van a Roma, como los romeros por excelencia y boato, los del Rocío, en ruta tan precristiana y basada en la astronomía como la anterior. Ya se sabe que hay fiesta y jolgorio, que no todo va a ser espiritualidad y devoción, que en el camino a nadie se le piden razones para el viaje. Mulas, bueyes, carriolas con aire acondicionado, 4x4, cruzan el Guadalquivir en la barcaza de Coria del Río, se adentran en los pinares de Doñana, bautizan a los neófitos en el vado del Quema mientras suenan el cante y los rosarios ante el Simpecado. No está prohibida la ruta vip desde Matalascañas.

El Rocío es un auténtico botellón, con todos los adornos que quieran, pero una familia de clase media y sus amigos más cercanos, unas quince personas, derrama anualmente unos diez mil euros para pagar el alquiler anual de su casa en Almonte; además la semanita de marras, la de la romería, puede salir por dos mil euros por barba, incluyendo en la cifra toda la comida y la bebida que se puedan imaginar y el servicio doméstico con buen oficio para frituras, aliños y la bebida en su punto, que en el camino hay mucho polvo. Un botellón bien bendecido que los conservacionistas preocupados por Doñana denuncian alarmados por ruidos, contaminación y basura dejada a su paso.

Cualquier rociero actual les puede dar más detalles, pero a mí me recordaron vieja lectura, Con flores a María, revoltosa novela de Alfonso Grosso que no vio la luz en España hasta 1981, después de haber pasado en la oscuridad desde 1962 cuando se llamaba De romería.