Albert Einstein era un genio. Un ser humano de esos que, de vez en cuando, aparecen entre un par de millones. Alguien que revolucionó la ciencia, que era conocedor de la penuria en primera persona y que „al igual que los filósofos„, era capaz de observar, de pararse a pensar y de sacar conclusiones. Por todo ello, coincidirán conmigo en que su espíritu era elevado... algo poco frecuente a lo largo de la historia.

Este portento de la naturaleza, solía referirse a la crisis de cualquier índole como una bendición travestida de maldición. Repetía que los procesos de dificultades eran la antesala de los progresos. En su opinión, daba lo mismo que estas depresiones las atravesasen países o personas. Opinaba que todo era pasajero y que las épocas de angustia eran las madres de la creatividad; porque se trataba del momento propicio para que naciesen la inventiva, los descubrimientos y las estrategias. Afirmaba rotundamente que aquel capaz de vencer una situación penosa, por difícil que esta fuera, en realidad se estaba superando a sí mismo sin quedar superado.

Jamás debemos atribuir a la crisis nuestros fracasos y hundimientos, porque entonces le estaríamos dando preferencia a los problemas antes que a las soluciones... El enfoque que cada cual dé a sus batallas, está más unido a la forma de ser que a los hechos acontecidos. En realidad, la única crisis que resulta realmente insuperable es la incompetencia de países e individuos que, refugiados en la avaricia y en la pereza, son incapaces de buscar salidas y soluciones.

Hay que aprender a ver la crisis como una oportunidad. A nivel personal, sin ella no hay desafíos, sin desafíos la vida es rutina e, inmersos en la rutina, no hay posibilidad de méritos... Pero hay que tratar de permanecer callados. Con el lomo herido, la pata coja, el dolor en las entrañas y el miedo pegado a los talones... En silencio. Como si nada pasase. Como si todo fuese bien y nada de lo sucedido nos importase en demasía... Como si fuésemos tontos. O quizás demasiado listos.

Porque el inteligente enseña de sí mismo lo que quiere, cuando quiere y cómo quiere. Nadie lo gobierna y guarda ases en la manga. Ases de los que duda y, hasta a veces, le tiembla el pulso antes de que estos entren en juego..., pero lo hacen porque es valiente.

Hablar de crisis, tanto de un país como de una persona, es promoverla... y callarla es exaltar el conformismo. En vez de esto, procuremos trabajar duro reconociendo que hay dificultades. Tratemos de no convertirnos en plañideras ni de quedarnos en casa lamiéndonos las heridas. Por el contrario, intentemos erradicar la única amenaza que puede perseguirnos, que no es otra que la tragedia de no querer luchar por superar las piedras del camino... Y, mientras lo intentamos, pongamos a la vida la mejor cara posible.