La película de Billy Wilder El apartamento se inicia con el plano de una oficina de una compañía de seguros que fue trucado hasta hacerla inmensa y transmitir la menudencia del hombre común en un espacio alienante. Cambiando de teclado, en la pesadilla infantil que es Los 5.000 dedos del doctor T (Roy Rowland, 1953) decenas de niños penan tocando pianos corridos. Despertando a la realidad vemos las pavorosas fotografías de los exámenes de oposición a la administración española, que se producen desde que se ha reabierto la oferta pública de empleo, un premio para quienes las saquen, un castigo mientras hacen unas pruebas en desangelados pabellones de exposiciones y polideportivos, donde la acústica es áspera, el ambiente escalofría y conviene ir con todo hecho de casa.

Organizadas con geometría militar y simetría igualitaria, parecen un efecto especial generado por ordenador ahora que ya no hay películas con movimientos de masas, que los desfiles de la Plaza Roja han perdido presencia mediática y que no hay demostraciones sindicales de gimnasia y folclore ante su excelencia el Jefe del Estado, en el Santiago Bernabéu, a los sones de España cañí interpretado por una representación de las bandas de música de las capitales españolas.

Los polideportivos tienen algo siniestro (incluso) cuando no son escenarios de actividades físicas y encajan bien con los exámenes de oposición, competiciones que terminan con una lista de puestos ordenada ordinalmente (valga la redundancia). Los polideportivos son para deportes o catástrofes, para deportistas o deportados y amparan desamparados de terremotos, incendios e inundaciones. Los examinandos conocen primero la pesadilla, el género de terror del sueño.