Jürgen Habermas (Düsseldorf, 1929) cumplió el 18 de junio 90 años. Es una buena noticia que siga entre nosotros uno de los mayores filósofos de la segunda mitad del siglo XX y lo que va de XXI, y por ello hemos de celebrarlo. Habermas es epígono de la Escuela de Frankfurt, que contó con exponentes tan destacados como Adorno o Marcuse, pero él ha destacado por desarrollar su propio pensamiento en torno a la teoría de la acción comunicativa, según la cual existe un a priori lingüístico, de carácter pragmático (a saber, la voluntad de entendimiento que se presupone a todo usuario del lenguaje) que posibilita el diálogo y la comunicación entre los seres humanos. Partiendo de la universalidad de esta capacidad anidada en nuestra razón, Habermas defiende la solución de los conflictos por medio de la negociación y no de la violencia, y la democracia social y participativa en lugar de cualquier forma de totalitarismo. Para él, la Unión Europea es una forma válida de cooperación entre países y culturas diversos que es un ejemplo para el mundo. Cree que las religiones, más allá de sus diferencias, contienen un factor universal de moralidad sobre el que cabe ponerse de acuerdo. Sostiene que la modernidad no ha acabado aún de dar sus frutos, en contra de los voceros del posmodernismo. Previene de los excesos de la tecnología, del desastre ecológico y de la manipulación genética. Ejerce el pensamiento crítico sin ofender. Mantiene la vigencia de la Filosofía frente a la hegemonía omnímoda de la ciencia. En fin, Habermas representa en nuestros días el espíritu de la reflexión ejercida con libertad a la vez que con sentido común, expresándose de modo racional, abierto y moderado. Todo un modelo a seguir.