Con motivo de los trasiegos poselectorales, se han puesto de actualidad las manifestaciones de bienes de la clase política. ¿Para qué sirven las declaraciones de bienes de los próceres? Para el cotilleo informático. Más expresiva suele ser la comparación de las fotografías de los protagonistas; la de la toma de posesión y la de su cese. La diferencia es reveladora. Los políticos debieran practicar el silencio, cuando lo que se cuestiona es demostrar su competencia, no su fortuna, ni el saldo de su cuenta bancaria. A ningún ser razonable le interesa hacer su declaración de bienes para demostrar su honestidad y al ciudadano lo que verdaderamente le importa es saber si con su formación, su servicio a la sociedad le corresponde la retribución que recibe. Decía Jacinto Benavente que "hacer valer dinero a la inteligencia no es envidiable, es ennoblecer el dinero". Más o menos, lo que desde su modestia personal ha dado muestras repetidas Amancio Ortega. Desde su laboriosidad y sacrificio personal desde su condición humilde de vendedor de batas guateadas, ha llegado a constituir uno de los mayores imperios textiles del mundo, orgullo de los españoles. Su conocido y desprendido humanitarismo ha desmontado la tesis de los guiris políticos y juzgamundos ruines, que todavía creen que el capitalismo es incompatible con la ética y la filantropía. La cicatería y la mala educación de jóvenes politicastros, carentes de racionalidad y sentido del deber, han provocado la repulsa general por su demagogia ante la donación de Amancio Ortega, de 320 millones de euros para que 70 hospitales españoles dispongan de tecnología de última generación en el tratamiento del cáncer, donación finalista cuyos beneficios alcanzarán a 100.000 personas. En el XX Congreso Nacional de Oncología y Radioterapia, celebrado los pasados 5 al 7 de junio, el presidente doctor Ferrer hizo la siguiente manifestación pública: "La donación de la Fundación Amancio Ortega ha permitido incorporar la mejor tecnología al servicio de todos los ciudadanos, toda vez que los poderes públicos habían dejado de lado en la última crisis la inversión en los equipos necesarios para el tratamiento del cáncer". Una vez más, nuestro significado convecino ha llegado con su filantropía donde no podía hacerlo el Estado, la política.

La plaza de Orense, punto de conturbación urbana y de concentración de las manifestaciones reivindicativas, además de una de las vías más concurridas de salida del tráfico de La Coruña, está contemplando cómo se achica su calzada en beneficio del carril bici. Esperamos que no suceda como con el seto, que hubo de retirarse, instalado durante el bipartito Losada-Tello, en la hoy llamada Avenida de Oza.