Hay formas de ejercitar la memoria histórica. El pasado viernes tuvo lugar la presentación de un libro, Bocelo, crónica de un tiempo olvidado 1937-1978, que han escrito Pedro de Llano Cabado y Pablo de Llano, hijo y nieto respectivamente del periodista Pedro de Llano López que fue director de La Voz de Galicia (1951- 1968), del Ideal Gallego (1968- 1972) y del Progreso de Lugo (1972-1980). Una trayectoria profesional que acredita su buen hacer profesional pues supo ganarse la confianza de editores de ideologías bien distintas, como el viejo Rey (me refiero a don Emilio, claro), la Editorial Católica del cardenal Herrera Oria, o la familia Cora. Hasta el punto de que cesaba en una de esas empresas y era inmediatamente contratado por otra con la que, a lo mejor, había sido directo competidor. Ese breve apunte biográfico lo dice todo, pero los autores del libro van más allá en su propósito y nos ofrecen una interesantísima visión de una época histórica que se extiende desde la República y la Guerra Civil hasta el fin de la dictadura y el inicio de la Transición. Y todo ello al hilo de los miles de artículos que firmados con el seudónimo de Bocelo (el nombre de un monte cercano a Sobrado de los Monjes) escribió Pedro de Llano a lo largo y ancho de esos años de intensa actividad periodística. Para los que no los conocieron, esos textos tienen el atractivo de la inmediatez (están escritos sobre la pasión del momento) y nos permiten vivirlos y recrearlos de una forma muy parecida a como los vivió el periodista que nos los cuenta. Testimonios como los de Bocelo acaban siendo material imprescindible también para el historiador porque ponen acento humano a la árida investigación documental. Una inmediatez que rezuma frescura y fiabilidad porque en el caso del periodista del que hablamos estaba servida por sus conocimientos de taquigrafía lo que le permitió seguir con detalle discursos y conversaciones así como tomar nota de las reacciones del público ante cualquier suceso. (Bocelo, de la raza de los periodistas antiguos, también empezó en el oficio como taquígrafo). Yo trabajé a sus órdenes durante su tiempo de director de El Ideal Gallego y todos los que conocían su querencia hacia el socialismo democrático y su carácter liberal se preguntaban cómo podría encajar en el periódico que la gente llamaba "de los curas". El caso es que, a mí me daba toda la libertad que podía permitirse en los años finales de la dictadura. Tenía una sección bajo la rúbrica de "Matar el pato" inspirada en la publicista francesa ("Tuer le canard") y en una de ellas describía la llegada a un estadio de un veterano dirigente que era aclamado por sus correligionarios que cantaban el himno "Hala nosotros y nada más que nosotros". La censura entendió que hacía burla del Caudillo y Fraga me puso en la calle en horas veinticuatro. Y Bocelo estuvo en un tris de ser cesado. Luego cayó el león de Villalba en el siguiente cambio de Gobierno y fui readmitido, Pedro de Llano sabía ser jefe y amigo al mismo tiempo. Una cualidad poco corriente. Lean el libro.