Les saludo. ¿Qué tal el comienzo del verano? ¿Y las hogueras, si es que han tenido la oportunidad de disfrutar de ellas? Espero de verdad que todo haya sido muy fructífero, y que se encuentren en un buen momento personal, en el sentido más estricto de la palabra.

Y es que de malos momentos, precisamente, es de lo que se nutren enormes problemas, como el que hoy quiero traer a la palestra. De frustraciones. A veces, de aburrimiento. Y, siempre, de mucho desconocimiento. Y es que hoy es un buen día para hablar de drogas. Sin ocultar nada, de forma clara. Porque hoy, 26 de junio, la comunidad internacional focaliza su atención en el mantenimiento de los esfuerzos para luchar contra el uso indebido de las sustancias estupefacientes. Un uso que hoy, en nuestro contexto, a veces parece que se quiera banalizar y desdramatizar, lo que para mí es un retroceso. Hoy hablaremos de ello. Pasen y vean si les parece interesante. Y, por supuesto, opinen...

Miren. Esta es una sociedad donde a veces parece que todo se pueda arreglar con una pastilla. Un dolor, un poco de fatiga o algo de nervios. Y, además de todo ello, también la felicidad o su ausencia. En tal tesitura, la tentación de controlar los estados de ánimo, y generar euforia o éxtasis también con pastillas a veces es muy alta. Y ese es el mensaje que se le da, a veces sin ser absolutamente conscientes de ello, a las generaciones más jóvenes. El uso de drogas asociadas al ocio, por ejemplo, es sistemáticamente bombardeado y naturalizado por quien tiene intereses creados en ello. Unos intereses, por cierto, que a muchos les permiten vivir realmente bien. Al margen de los tratamientos policiales y judiciales de la cuestión, para mí la clave más potente ante este problema está en la educación. En la sensibilización y en explicar las cosas claras. Y en provocar debates amplios y abiertos, porque donde la buena información fluye a chorro, no hay espacio para los recovecos.

No podemos cejar en el empeño de explicar que las drogas matan. Y no solamente eso, sino que producen una calidad de vida mucho peor en relativamente poco tiempo. Y un escenario social mucho más inquietante, también. La marihuana y el hachís, digan lo que digan, son poderosos agentes demielinizantes, que además se han asociado con la aparición de brotes de otras enfermedades, quizá latentes. La esquizofrenia, por ejemplo, está superando sus propios límites de prevalencia en personas muy jóvenes, siempre en tándem con el uso de sustancias psicotrópicas.

Es ante una realidad donde la droga se infiltra en todos los grupos sociales cuando la Asamblea de Naciones Unidas declara este día internacional, en el cual también se cargan las tintas contra el tráfico ilícito de drogas. Y es que esta industria, de las de mayor volumen económico a nivel mundial, produce estragos. Y es que solamente así será capaz de mantener o incluso aumentar los pingües beneficios que genera a sus promotores. Las víctimas... tendrán su propia cruz, que no importará ni un bledo a quien está detrás de toda esta mafia.

Por eso la primera piedra, y yo creo que la más importante, en la construcción de un paradigma diferente en lo tocante al tráfico y uso de drogas, es la concienciación personal. La decisión de que eso no va con nosotros. El repudio absoluto de tal posibilidad. Y es que estar felices nos gusta a todos, pero si es a base de utilizar moléculas externas al organismo para provocar cambios en él, no. Yo feliz sí, pero a base de mis propios mecanismos. Los otros, sintéticos para poner en solfa a mi sistema nervioso cognitivo y, a partir de ahí, a todo mi cuerpo, para ellos.

El ocio sin depender de algo externo a nosotros es posible. Y, como todas las cosas menos automáticas, es mucho más gratificante. Lo otro es, sobre todo, una mentira. Y, no lo olvidemos, un gigantesco reclamo para pasar por la caja, periódicamente, de quien no tiene escrúpulos en venderte lo que te mata o, por lo menos, te deteriora gravemente. La marihuana tiene poderosos efectos secundarios muy negativos para la salud, aunque hay hoy un relato interesado que confunde interesadamente los efectos de sus distintos derivados. Y su resina, el hachís, también. Ni son drogas blandas, ni nada por el estilo. Son verdadera porquería, absolutamente innecesaria, que nada tiene que hacer en comparación con nuestras endorfinas, generadas „por ejemplo„ por la práctica del deporte.

En este Día Internacional contra el uso indebido y el tráfico de sustancias estupefacientes, ¡no a ningún tipo de dependencia! Eso mata, lastima, empobrece y destroza y, a la vez, genera fortunas inconmensurables en tipos remotos a quienes sus víctimas no les importan nada. Una lacra en la que la mejor prevención es coleccionar buenos momentos, personales e intransferibles, llenos de contenidos a la medida de uno y donde cuidarse y respetarse sea la primera norma, aceptada y disfrutada con ilusión.