Hace falta más. Bruselas advierte de que los esfuerzos contra el cambio climático no son suficientes. Insta a los 28 países miembros a ser más ambiciosos en su lucha contra los gases del efecto invernadero. Hasta ahí, petición más que razonable. Pero ¿están dispuestas las principales economías mundiales a desacelerar su crecimiento anual en favor de la causa? ¿A poner sus cuantiosos beneficios en barbecho para descongestionar el sombrío horizonte? Estados Unidos y China ya han dejado claro que descarrilarán el tren antes que pasar de la locomotora al vagón de cola.

Y más allá del colectivo, ¿qué somos capaces de ofrecer a nivel individual? ¿Renunciaremos hoy mismo con firme propósito a la vagancia de no reciclar? ¿Desterraremos al exilio el consumo compulsivo impuesto por la dictadura en bucle de las absurdas modas? ¿Sobreviviremos a la ausencia del flujo de datos que nos mantiene conectados para ahorrar nuestro granito de energía?

Qué confortable resulta el sueño utópico, cuando se descansa sobre los hombros de los que vengan al mundo después.