Un poco de envidia le suscitan a uno los Verdes alemanes, que no dejan de subir en las encuestas hasta el punto de que tienen posibilidades de formar gobierno a nivel federal como gobiernan ya en el Estado federado de Baden-Württenberg.

Y digo "envidia" solo porque siempre he pensado que en un país como el nuestro, que parece haber declarado desde tiempos inmemoriales la guerra al árbol, un partido claramente ecologista no nos vendría mal.

Claro que los Verdes alemanes no son ni mucho menos ya lo que eran cuando en sus comienzos se presentaban con su indumentaria informal en el Bundestag o se los encontraba uno en los trenes tejiendo sus propios jerséis de lana.

Ni siquiera proponen ya un día "vegetariano" a la semana como hicieron en cierta ocasión, iniciativa que les valió todo tipo de chanzas cuando no acusaciones de intentar imponer al resto de los ciudadanos su estilo de vida.

Los Verdes se han vuelto totalmente presentables hasta situarse en el centro mismo del debate político mientras los partidos de la Gran Coalición „cristianodemócratas, socialdemócratas y cristianosociales bávaros„ no dejan de caer, elección tras elección, en el favor de los ciudadanos.

Es cierto que se ven favorecidos por los temas que más parecen preocupar ahora a muchos ciudadanos, sobre todo los más jóvenes: el calentamiento del planeta, la rápida desaparición de las especies, los transgénicos y las hormonas del crecimiento en la comida o la plastificación del planeta y sus océanos.

Pero pragmáticos, tratan de atraer también a muchos de los que antes votaban socialdemócrata con una agenda social. Son partidarios, por ejemplo, de un impuesto que grave las emisiones de CO2, también a los automovilistas, pero quieren que el dinero que recaude el Estado se redistribuya luego entre todos los ciudadanos.

También se han alejado del atlantismo de Joschka Fischer, su exministro de Exteriores en el Gobierno de Gerhard Schroeder, que aprobó la participación alemana junto a EEUU en las guerras de Afganistán y Kosovo. El mismo Fischer que años antes había tirado piedras a la policía.

Ahora, al menos desde la oposición, proponen que el Gobierno alemán invierta más que hasta ahora en la prevención de crisis y cumpla además sus compromisos en materia de exportación de armas, algo que muchas veces no hace.

En lo social, han sabido los Verdes distanciarse de la Agenda 2010 que adoptó en su día el Gobierno de coalición de socialdemócratas y verdes presidido por el canciller Gerhard Schroeder y que tanto contribuyó a precarizar el trabajo y aumentar la desigualdad.

Pero sobre todo, el partido Verde ya no asusta a la industria, sino que, para disgusto de su ala más izquierdista, han aumentado los contactos de sus líderes con los empresarios de distintos sectores, entre ellos el poderoso del automóvil.

Así, el presidente del land de Baden-Württemberg, el veterano Winfried Kretschmann, del ala conservadora del partido, se ha destacado siempre por su apoyo a ese sector clave para la economía exportadora. No en vano está allí la sede de Mercedes-Benz.

Y en Hessen, por poner otro ejemplo, el verde Tareq Al-Wazir, que ocupa el puesto de ministro de Economía y Transportes de Hessen „donde está la Opel„ en un gobierno presidido por un cristianodemócrata, incluso ha colocado en su despacho una foto del padre del milagro económico alemán, el ordoliberal Ludwig Erhard.

Claro que todo esto se ha hecho, como reconoce el semanario Der Spiegel, a cambio de cesiones del partido ecologista en temas tan polémicos como los motores de diesel en las ciudades o la ampliación del aeropuerto de Frankfurt. Sus responsables piensan que vale la pena para conseguir otras cosas, pero no todos en el partido están ni mucho menos de acuerdo.