Un saludo especial en este penúltimo día de junio. A partir de pasado mañana esto va en serio: el verano y sus modos habrán llegado definitivamente para quedarse, y nuestros lugares tan cotidianos experimentarán de golpe „yo creo que ya en este fin de semana„ la transformación que los convierte en lugar de reunión de muchas personas que normalmente moran en otros lugares. Ayer, sin ir más lejos, paseaba yo por Sada, y en un lapso de una hora me crucé con varios grupos de personas que hablaban inglés, francés y otros idiomas. Ciertamente, julio está aquí.

Y en estos días últimos de junio, una celebración que siempre viene cargada de simbolismo y de reivindicación. Ayer, 28 de junio, volvió a ser el día para celebrar los derechos de todas las personas, independientemente de su orientación sexual. Los derechos LGTBIQ, que se corresponden con lesbianas, gais, transexuales, bisexuales, intersexuales y queer, donde cabe todo tipo de identidades de género. Algo que ni es superficial, ni poco importante, ya que en ese ámbito se ha pisoteado la vida de muchas personas durante muchos años, y se sigue haciendo en buena parte de los contextos. La ciencia, pero también una mirada atenta a la diversidad de nuestra sociedad, nos demuestran que esto no es ni un capricho ni una moda, y que legislar a favor de las personas con una orientación sexual no mayoritaria no modifica la prevalencia de las diferentes condiciones personales, y que no asfixia a nadie, sino todo lo contrario. Abrir la esfera jurídica del particular no empequeñece, sino que engrandece a la sociedad. Porque en la diversidad, desde el respeto, está tal grandeza.

Este año la celebración ha tenido la particularidad de la celebración del cincuentenario de los incidentes de Stonewall, que propiciaron un gran paso adelante en las condiciones de vida del colectivo LGTBIQ de todo el mundo. Y es que el pub Stonewall Inn, epicentro de esa reacción, era el objetivo frecuente de las iras, las burlas y los abusos de la policía metropolitana de Nueva York. Allí un grupo de personas se reunían, de traje y corbata, para escenificar su bonhomía y su alejamiento de todo tipo de criminalidad. Pero, lejos de entenderlo así, su mera presencia en aquel lugar era el detonante para continuas redadas, que un 28 de junio vieron su fin, al alzarse aquellos pacíficos homosexuales reivindicando su sitio en la sociedad. Desde entonces ha llovido mucho, y en España particularmente los avances han sido enormes. Pero ni es un tema absolutamente normalizado ni hay que bajar la guardia: los Observatorios de la Homofobia o la propia Justicia lo saben, y por eso la pertinencia de una jornada que, por festiva, no pierde su componente de normalización y llamada de atención por un bien que es colectivo. Porque no lo olvide usted, que el gay, el chino, la mujer, el negro o el fontanero vivan mejor redunda en una sociedad mejor. Todo está interconectado, y solamente las sociedades que ofrecen oportunidades de forma más inclusiva son, desde todos los puntos de vista, más vivibles. Aquello de "todos cortados por el mismo patrón" ha pasado a la historia, y hoy se reivindica en todo el mundo el valor de la diversidad, la pluralidad, el yo individual dentro del colectivo y la riqueza de la diferencia. Por eso este Orgullo LGTBIQ no es solamente de estos colectivos. Es de todos. Porque todos, hetero u homosexuales, bisexuales o incluso fuera de cualquiera de estas etiquetas, podemos estar orgullosos de una sociedad mejor, y hasta del hecho „personal e intransferible, sí, pero propiciado desde una óptica del bien común„ de que un servidor se haya podido casar un 1 de octubre de 2005, el mismo día que el desaparecido activista Pedro Zerolo, hace casi catorce años. Un derecho en toda regla, que solo consiste en proveer del apoyo y la protección del Estado a una unidad familiar constituida a partir del legítimo derecho de quien así ha querido vivir. El amor, esa otra pata tan importante y fundamental de la relación, ya lo poníamos nosotros. Y no debió de ser poco, no, porque ahí sigue. Impertérrito frente a los cambios, cada día mejor y más florido.

La fiesta del 28 de junio se ha querido dedicar, esta vez, sobre todo a las personas mayores. A aquellos que fueron pioneros. A los que lucharon contra la cárcel, y a veces desde ella. Desde la exclusión social. A los que, no nos engañemos, posibilitaron la cascada de acontecimientos que han cincelado no solamente los derechos actuales, sino también nuestra sociedad de hoy. Es de justicia. Y es que siempre un pequeño grupo de personas, con fuertes ideales, son el motor de arranque para cambiar el mundo. Duncan Green recoge esto en su De la pobreza al poder. Y yo lo corroboro, mirando al pasado, y a quienes hicieron posible un gran cambio en materia de derechos LGTBIQ. O sea, de derechos humanos. A ellos corresponde, sí, la dedicatoria de este día y estas líneas.

Poco más. Cuando pase el día de hoy, será mañana. Pero hoy es hoy y mañana es mañana. Vivan el momento, y preparen la necesaria bondad y alegría para los buenos momentos que sucederán a este. Yo, por hoy, repliego velas. Recojo. Intentaré hacer algo de deporte, para compensar ratos de sedentarismo, estudio y escritura. Miraré el atardecer. Y pasearé por la Naturaleza. Cuídense. Sean felices. Y respeten, siempre respeten. Como dijo el clásico, es la mejor medicina para que también nos respeten a nosotros.