Aunque en China sostengan que las mujeres son la mitad del cielo, aquí hay quien las imagina más bien en el papel de embajadoras del demonio. Como a aquellas díscolas brujas a las que era costumbre quemar en la hoguera allá por los lejanos tiempos de la Edad Media: época que, al parecer, sigue despertando nostalgias en no pocos varones.

Es el caso de cierto partido de machotes que, paradójicamente, profesa en su programa y en sus manifestaciones públicas una nada caballerosa tirria a las señoras. Sus líderes, que no nombraremos para no darles aún más publicidad, las pintan como una especie de lagartonas que solo aspiran a sacarle al hombre su casa y sus hijos mediante el uso y abuso de las diabólicas leyes de género.

Por más que esto suene un poco a chiste, la no mentada formación política obtuvo dos millones y medio de votos en las últimas elecciones generales. Pocas bromas, por tanto. Otra cosa es que hayan conseguido buena parte de su cosecha de papeletas alertando contra los peligros de una nueva invasión sarracena, a la vez que sostienen ideas muy similares a las de las teocracias islámicas en lo tocante al papel de las mujeres en la sociedad.

Pretenden derogar, por ejemplo, la ley de violencia de género promulgada en su día por los rojos con el objeto de evitar „en lo posible„ que algunos machos ibéricos particularmente irascibles sacudan como felpudos a sus esposas y parejas en general. A su juicio, esa y otras disposiciones legales suponen una discriminación en materia de sexo que perjudica a los pobres varones indefensos.

Nada hay de nuevo en esta tendencia de sorprendente éxito en las urnas. Hace apenas unas pocas décadas que las mujeres de este país tenían que pedir permiso a sus señores para sacarse un pasaporte o firmar un contrato de trabajo. Tampoco podían abrir una cuenta bancaria ni disponer de sus propios bienes sin la pertinente autorización del marido que las tutelaba como a menores de edad.

Todo eso, que sucedió anteayer en términos históricos, aunque parezca venir de la noche de los tiempos, es ya solo un recuerdo de pesadilla en la actual democracia avanzada de España.

Las mujeres han pasado a ser mayoría en la Universidad y compiten fácilmente con los hombres en talento, si bien es verdad que siguen siendo discriminadas en el mercado de trabajo. Aunque equivalgan a la mitad del cielo, según el lírico proverbio chino, eso no impide que solo desempeñen en la Tierra el diez por ciento de los puestos de dirección, así en las empresas como en la sociedad en general. Por no hablar ya de sus sueldos, que en promedio son todavía inferiores a los de sus compañeros.

Aun así, la creciente competencia de las señoras que en otro tiempo fueron sexo subalterno podría estar abonando la fobia de algunos hombres (y alguna que otra mujer) que ahora parece haber encontrado un cauce político por la parte más extremada de la derecha. Nada más lógico. La demonización de las mujeres fue un rasgo típico de la Edad Media, que es a fin de cuentas la era a la que pretenden devolvernos los partidos que cantan las hazañas del Cid Campeador. Aquel Cid a cuyo sepulcro propuso echar "doble llave", por cierto, el regeneracionista Joaquín Costa para que jamás volviese a cabalgar el caballero. Sin mucho éxito, por lo que se ve.