Continúa la progresión del verano, con julio ya instalado en nuestras vidas. Calor asfixiante estos días en buena parte de la Península Ibérica que, por suerte para mí, aquí hemos conseguido driblar esta vez. Como asfixiante es, y me meto ya en harina, el marco político nacional y europeo, en términos de bloqueo de las instituciones a la hora de elegir sus gobiernos.

Bueno, me imagino que cuando estas líneas vean la luz, algo o todo se habrá avanzado ya en Europa. Al fin y al cabo, en tales latitudes se toman esas cosas de la negociación y del deslinde de las parcelas de poder muy en serio, por un lado. Y, por otro, al tratarse de instituciones plurinacionales, tampoco hablamos exactamente de lo mismo que en el caso del gobierno de un país concreto. A ver qué ocurre con el pulso entre las diferentes posiciones del grupo conservador en relación con la apuesta por el socialista Timmermans, a quien se le han atragantado los países del Este, como presidente de la Comisión. Falta poco para saberlo...

Pero donde sí que no sé si estará arreglado el futuro a medio plazo en pocos días será a nivel doméstico. Las cuentas no salen, ni por un lado ni por el otro, y el incontestable resultado del PSOE a nivel de votos y escaños en las últimas elecciones generales aún está lejos de tener una traducción clara en un Gobierno sustentado por una mayoría suficiente, aunque sea esto solamente a efectos de investidura. Esto, que parece significar un cierto escenario de bloqueo desde muchos análisis, creo debe ser vivido realmente como una oportunidad. ¿Cuál? Pues la de edificar un escenario diferente, donde la mayoría tipo rodillo pueda ser matizada, compendiada, acompañada y complementada, siendo al final tal situación un buen instrumento para reflejar, de una forma mucho más fiel, la verdadera pluralidad de un país. Y es que la diversidad nunca debe ser un obstáculo para avanzar. Más bien, creo que la Historia nos ha mostrado lo contrario mil y una veces.

Por donde no paso, y lo digo consciente del peso de tal aseveración, es por una lógica de repetición de las elecciones generales. Miren, el pueblo „soberano de su destino„ ha hablado. Y, consecuentemente, ha hecho una encomienda a los partidos políticos en los términos de la capacidad de representación de cada uno. Punto. Ya está. Y, a partir de aquí, ese es el Parlamento que mejor representará la fotografía de ese instante. Pretender darle vueltas de tuerca a las negociaciones hasta extremos absolutamente inasumibles para unos o para otros, de forma que se amague con ir de nuevo a elecciones generales es, ante todo, una infidelidad a los votantes de cada uno. Porque por muy bien que estén las encuestas para ti, o mal para tus adversarios, el resultado real de una nueva votación no debería diferir demasiado del correspondiente al inquérito anterior. Al fin y al cabo, cada uno votó de acuerdo con su ideología o su sentir en ese momento y ya está. Pocas vueltas más hay que darle a ello...

Repito, consenso y diálogo nos harán a todos más libres y mejores. Y si yo fuera un preboste del Partido Socialista, que no es el caso, tomaría por los cuernos ese difícil reto, y lo trabajaría hasta el infinito. En este país ha faltado ese consenso y ese diálogo en los temas más básicos, y si alguien lee ahora entre líneas lo que está demandando la sociedad, hay bastante de eso. Después del bluff que supuso el oxígeno de nuevos partidos que envejecieron pronto, en tanto que sus modos se parecieron demasiado a los de los de antes, la sociedad mira un tanto perdida a ver quién puede tratar de dialogar, consensuar, pactar y llegar a soluciones quizá no óptimas para nadie, pero las menos malas para todos. Eso es construir una sociedad, y no esa política de tierra quemada de que, cada vez que uno llega, hay que destruirlo todo para volver a construirlo a su manera. Por eso el escenario difícil que ahora se nos avecina en términos de estabilidad y gobernabilidad es, a su vez, el mejor posible para el entendimiento entre diferentes. Pero no porque no haya otra, sino porque eso „en sí„ es un valor de alta calidad. Aunque ahora no lo entiendan los partidos políticos en su vertiente más orgánica y más orientada a su propia gloria. Pero buscando, sobre todo, el bienestar y la mejora para la sociedad a partir de mañana. La que vivirán los que vienen detrás.

Esto, que tiene una perfecta traducción también en comunidades autónomas y ciudades, ha de ser interiorizado por los distintos grupos en liza. Y es que miren, que le vaya bien a un presidente nacional, a una presidenta autonómica o una alcaldesa es bueno para toda la sociedad. Eso no significa que se vaya a perpetuar en el poder, o que la misma acapare todas las mieles de tal éxito. No. Cuando la gente colabora, trabaja codo con codo y se fomenta el equipo entre diversos, los logros son colectivos. Y eso lo tienen en cuenta los votantes, que ya votarán luego según la legítima ideología de cada cual, solamente cuando toca y sin que sean llamados a repetir la introducción del voto cada vez que sus representantes no se pongan de acuerdo. ¡Basta ya de irresponsabilidad y de frivolidad! ¡Basta ya de una eterna campaña electoral!¡No a más elecciones!