Mientras que la estupidez humana no parece tener límites, como atestigua la idea de nuestra derecha de echar abajo el llamado Madrid Central, otras grandes urbes europeas avanzan justamente en el sentido opuesto.

Y hace tiempo que mandaron a sus expertos a estudiar cómo han resuelto el tema de la movilidad urbana ciudades que todo el mundo consideran en ese sentido modélicas como son Viena, Zúrich o Copenhague.

Hace ya tiempo que las tres limitaron y encarecieron los aparcamientos subterráneos mientras ampliaban la red de transportes públicos, aumentaban su frecuencia, construían carriles especiales para los ciclistas y volvían el espacio público más atractivo para el peatón y el aire, de paso, mucho más limpio.

Gracias a esas medidas, Zúrich, por ejemplo, ha conseguido que solo un 20 por ciento de quienes se desplazan por la ciudad lo hagan en coche particular frente al 80 por ciento que utiliza los transportes públicos, utiliza la bicicleta o se traslada a pie, porcentajes a los que aspiran otras ciudades como Múnich.

Por su parte, la capital danesa, que comenzó hace ya treinta años a hacer la guerra al coche particular, ha conseguido mientras tanto que casi la mitad de los ciudadanos utilicen la bicicleta para ir a la escuela, la universidad o al trabajo.

Y no se trata de una cuestión de ideología, como la que inspira a las derechas madrileñas cuando insisten en la libertad individual de utilizar el coche cuando a uno le da la gana, sino pura y llanamente de sentido común.

Así, por ejemplo, en la capital bávara, sede central de la poderosa BMW, no solo el alcalde socialdemócrata, antes defensor del coche, ha visto las ventajas de la bicicleta y la peatonalización del centro, sino que su contrincante de la Unión Social bávara, una exjuez y madre de 38 años, es también entusiasta de ese vehículo de dos ruedas, con el que hace además, orgullosa, su propaganda electoral. Alcaldes europeos de todos los colores han renunciado al coche oficial, ése al que por desgracia tan aficionado son nuestros políticos, y han decidido predicar con el ejemplo, desplazándose al Ayuntamiento o a cualquier cita en bicicleta, lo cual es además mucho más sano.

En la ciudad universitaria alemana de Gotinga, donde un 28 por ciento de quienes se desplazan lo hacen en bicicleta, es tal la densidad de estos vehículos que se ha creado un carril bici de cuatro metros de anchura y se han instalado semáforos inteligentes para regular el flujo de ciclistas y peatones.

Un problema es el que plantea la nueva moda de los patinetes eléctricos que han invadido ya muchas de nuestras ciudades y están obligando a tomar medidas para evitar accidentes tanto con los ciclistas, con los que compiten, como con los peatones, que se sienten cada vez más indefensos frente a unos y otros.

Asistimos evidentemente a un cambio de paradigma en cuestiones de movilidad, sobre todo de la urbana, aunque algunos de nuestros políticos no parecen darse cuenta y prefieren, por un puñado de votos, seguir como siempre: es decir, contaminando.

Ese cambio se está produciendo incluso en Alemania, el país del automóvil por excelencia, donde el poderosísimo lobby de ese sector, ha impedido hasta ahora limitaciones de velocidad en sus autopistas. Y el partido de los Verdes, cada vez más popular, tiene mucho que ver con ello.

La obtención de un carnet de conducir ya no es el sueño de cualquier adolescente. El automóvil, ese vehículo que se nos vendía como un sueño de libertad y de aventura, se ha convertido en una pesadilla urbana. Hay que recuperar para el peatón los espacios públicos y volver allí respirable el aire. Se lo debemos sobre todo a quienes nos sucedan.