Sí, ¡coloquemos a los nuestros!: tal parece haber sido la consigna de los líderes europeos a la hora de decidir el paquete de nombramientos a los principales puestos de la Comisión y del Banco Central Europeo.

Coloquemos también a alguna mujer por eso de la paridad sin que nos importe, o eso al menos parece, el programa que aquella pretenda desarrollar.

Se ha conseguido, según muchos, un paquete equilibrado. Ahora falta convencer de ellos al Parlamento, desairado y profundamente irritado „y no parece haber excepción entre los distintos grupos„ por la forma de proceder del Consejo Europeo.

Dicen los defensores del paquete acordado que tan democráticamente elegidos, tan legítimos, son quienes los decidieron „los jefes del Estado y de Gobierno de los países miembros„ como los eurodiputados.

Y puede que no les falte razón, pero en tal caso para qué molestarse en acudir a las urnas para elegir al Europarlamento si no van a escucharse sus propuestas o si van a imponerse una vez más las del Consejo.

Nos quejamos continuamente de la desafección de los ciudadanos con la política, tanto aquí como en Europa. ¿Cómo habrían de reaccionar de otra manera cuando ven lo que sucede elección tras elección?

¿No vemos, por ejemplo, también en este país llamado España cómo lo único que parece importarles a los políticos es cuántos sillones van a ocupar sus partidos, para lo cual es lícita cualquier maniobra?

¿Se han molestado acaso en explicar qué va a hacerse con el poder logrado, cuál será el programa, cuáles las prioridades de gobierno? ¿O se trata solo de fijar líneas rojas y anatemizar al contrario?

Y otro tanto cabe decir de lo que sucede en Europa. ¿Qué importancia dan al Europarlamento quienes elaboran las listas en los partidos? ¿A quién se envía a Estrasburgo? ¿Son siempre los mejores o se trata muchas veces de políticos a los que, por la razón que sea, hay que buscar un acomodo fuera?

Y relacionado con todo eso, ¿qué espacio han dedicado los medios de comunicación de los distintos países a la campaña para las elecciones europeas? ¿Han hablado de los programas de los partidos, los han analizado? ¿Han procurado que se conocieran mejor a los candidatos?

Uno ha escuchado, por ejemplo, en un programa de la TV alemana hablar de Josep Borrell, el español propuesto para encabezar la diplomacia de la UE, como si fuera un político desconocido, cuando ha sido, entre muchas otras cosas, presidente del Parlamento Europeo.

E inversamente, muchos de nuestros tertulianos parecieron haber oído solo por primera vez el nombre de la propuesta por el Consejo Europeo para suceder a Jean-Claude Juncker pese a ser una de las ministras más veteranas del Gobierno alemán.

La cristianodemócrata Ursula von der Leyen, hija de un destacado político de la CDU, no figuraba, es cierto, en ninguna lista al Parlamento europeo, y su elección es solo fruto de un compromiso de última hora entre el presidente francés y la canciller federal alemana, finalmente aceptado por todos menos por los socios de coalición de ésta.

Pero es una veterana política: como ministra de Trabajo y Asuntos Sociales, primero, y de la Tercera Edad, Mujeres y Juventud, más tarde, se caracterizó por la línea más progresista dentro de la CDU. Últimamente, sin embargo, su gestión al frente de la cartera de Defensa ha estado rodeada de polémica.

En cualquier caso, acordado ya su nombre por todos los gobiernos con la única abstención del propio, lo importante ahora es que la candidata a presidir la Comisión presente un programa que logre convencer a los eurodiputados.

¿Sabemos qué piensa von der Leyen sobre el cambio climático, la creciente desigualdad o a los paraísos fiscales que todavía existen en la UE? ¿Qué planes tiene en materia de nuevas tecnologías, de infraestructuras, de educación, de comercio exterior o refugiados?

¿Qué piensa hacer con aquellos Gobiernos europeos que, como el húngaro o el polaco, violan continuamente el Estado de derecho y la separación de poderes?

¿Se comprometerá a que no vuelva a producirse un nuevo desaire al Parlamento por parte del Consejo? Los diputados a los que hemos elegido los ciudadanos para que nos representen en Estrasburgo tienen derecho a exigir respuestas antes de dar por bueno su nombramiento.