Puede hablarse de un reconocimiento del poder verde en Europa, reflejado en los 69 escaños del nuevo Parlamento, incluidos siete británicos: un 40% más que en las elecciones de 2014. Pero los contrastes son excesivos: en Alemania, país con una presencia histórica ascendente de las formaciones ecologistas, los resultados han provocado la dimisión de Andrea Nahles, presidente de la socialdemocracia, sobrepasada por los Verdes. En cambio, no han avanzado en la Suecia de Greta Thunberg, sin perjuicio de la evidente influencia del movimiento entre la joven generación.

Pero da la impresión de que el avance verde solo es posible en países con cierta estabilidad política y económica. Quizá por esto, los partidos ambientalistas apenas existen en los países latinos ni en los del este de Europa. Incluso, en Francia, donde la lista Europa Ecologie-Les Verts, liderada por Yannick Jadot „candidato en las últimas elecciones presidenciales francesas„ alcanzó ahora el 13,5% de los votos, la presencia política de estos movimientos no está consolidada.

En cualquier caso, como escribía el 1 de junio la socióloga Dominique Méda en Le Monde, la construcción de un nuevo paradigma ecológico europeo necesitará un esfuerzo intelectual intenso. Porque hay decenas de matices, que van "del ecosocialismo al capitalismo de Estado hipertecnológico o al repliegue nacionalista salpicado de anticapitalismo, reflejado en los partidos soberanistas recientemente reunidos en Milán".