Recordamos qué es acordar? Vamos para cinco años con esa asignatura pendiente y posibilidades de repetir en septiembre. Ningún partido logra mayoría para gobernar y los bloques bloquean y se bloquean. Estamos llegando al límite donde deberían vislumbrarse pactos. Es normal que en la campaña no se hable de acuerdos, que es una palabra para después de los resultados, pero es raro que desde la precampaña se haga una oferta basada en negarse a pactar. Sin posibilidades de gobernar, el programa de gobierno de Ciudadanos fue que no dejaría gobernar al PSOE, el partido con más posibilidades.

Ciudadanos ha interiorizado tanto su papel antigubernamental que no tiene nadie que juegue el papel gubernamental, el del candidato a presidente del gobierno. Albert Rivera se comporta con los modales bordes de un vicepresidente, como un Alfonso Guerra, un Pepe Blanco, una Carmen Calvo. Inés Arrimadas también. He aquí una pareja de polis malos, para evitar los roles de género. Pero eso no exime al PSOE y al resto del espectro, incluido Vox, de alcanzar acuerdos.

En un ambiente tan polarizado y maniqueo es normal que un acuerdo se identifique con un pacto con el diablo, que se lleva la esencia de todo a cambio de algo perecedero. En la normalidad, los pactos se logran después de una negociación por la que se consigue algo que tiene otro a cambio de algo que tiene uno, algo a lo que das valor a cambio de algo equivalente para otro. Algo, no todo.

La democracia se basa en el voto, pero se construye en la negociación. No es votar y votar hasta que el resultado dé un ganador incuestionable por mayoría absoluta. Votar es la fuerza de la democracia en general, pero volver a votar demostraría la debilidad de la nuestra, en concreto.