Las pruebas de acceso a la universidad, por su relevancia y sus consecuencias para los alumnos, deben ser un ejemplo de transparencia y respeto por los derechos de los alumnos.

En la última prueba de la ABAU ha sido evidente que algunos de los organizadores no siguen las normas de las mismas (examen de filosofía). También se han remitido protestas (sin respuesta) a la CiUG por correcciones que parecen discrecionales o notas anormalmente bajas en algún centro que hacen pensar que algunos de los correctores tampoco siguen un criterio uniforme.

Cuando un alumno no está de acuerdo con su nota, la CiUG le da la opción de una segunda corrección por otro corrector e incluso de ver su examen. Pero esta apariencia de transparencia no se corresponde con la realidad. La gran mayoría de los alumnos que han solicitado una segunda corrección han obtenido exactamente la misma nota incluyendo dos cifras decimales: algo absolutamente imposible si se hubiesen hecho dos correcciones independientes. Esto nos indica que la segunda corrección se hace conociendo el resultado de la primera (y parece que con las instrucciones de no modificarla) o que no hay segunda corrección. Por otra parte, el alumno también puede ver su examen, pero solo después de que se hayan publicado los resultados definitivos y el daño de una corrección errónea ya sea irreparable.

Nos gustaría que la ABAU en Galicia se hiciese a la altura de las europeas en cuanto al respeto a los derechos de los estudiantes: con una segunda corrección independiente y constatable, así como con la posibilidad de ver el examen y modificar la corrección antes de la publicación de las calificaciones definitivas.