La Infanta Cristina y su marido, el recluso Iñaki Urdangarín, celebraban el pasado día 18 de junio un mal aniversario: se cumplía un año de estancia en la cárcel de los cinco a los que fue condenado por la corrupción del caso Nóos. El día terminó mal: la hija mediana de Juan Carlos y hermana del actual Rey, Felipe VI, sufrió un ataque de ansiedad, que ella confundió inicialmente con un infarto, cuando regresaba al complejo de La Zarzuela desde la prisión de Brieva (Ávila), donde encontró a su cónyuge flaco y desmejorado.

Una amiga íntima de Cristina de Borbón, según desvela el diario El Español, informó de que la Infanta empezó a sentirse mal cuando regresaba a Madrid, a solas con el chófer, en una furgoneta Mercedes Benz Viano negra y con los cristales tintados. Estaban a la altura del puente de Guadarrama. Cristina de Borbón pidió al conductor que acelerase, siempre según el testimonio recogido por este diario, porque comenzaba a "encontrarse fatal". Pararon en El Pardo para que la atendieran médicos de la Casa Real. Aunque ella temía un ataque al corazón, había sido un ataque de ansiedad.

Informaciones publicadas a principios de mes sostenían que Cristina de Borbón estaba superando el estado de depresión en el que se encontraría sumida. "Ha resucitado", se escribía por entonces. Algunos gestos de su familia, nunca de su hermano, como la visita de su padre el pasado 27 de mayo, justo cuando se retiró de la actividad oficial, la habían confortado. Parecía más animada.

Pero encontrarse de nuevo con su marido en la cárcel de Brieva „fueron 45 minutos„ la devolvió al pozo emocional. Las informaciones de varios medios apuntan a que Urdangarín está hundido. Hace deporte compulsivamente. Ha perdido mucho peso. Pasa el día solo, pues pena en una cárcel de mujeres y ocupa un módulo solo para él, lo que le evita ser objeto de chismorreos, fotos filtradas o de peleas con otros reclusos. El que en su día fuera flamante yerno de rey, estandarte de deportividad olímpica en la monarquía, es hoy una persona introvertida, obsesionada por correr y por pedalear en su bicicleta estática. Algunos medios sostienen que, además de eso, su único entretenimiento son cinco jardineras donde cultiva tomates, según desvelaba recientemente El Mundo. Otros medios han apuntado que en la televisión de plasma que tiene en su celda nunca se pierde la retransmisión de la santa misa en TVE.

El panorama que Cristina de Borbón debió de encontrarse el pasado día 18, martes, en la cárcel de Brieva debió de cortar de raíz esa resurrección de la que se hablaba a principios de mes. Al parecer, tenía previsto marcharse ese mismo día de España y volver de nuevo a su exilio en Ginebra, pero los médicos le recomendaron que se quedase una semana. Con ella estaban dos de sus hijos, Miguel e Irene. El martes día 25 ya voló a Suiza.

Allí encontrará, además, el nido vacío, pues sus hijos mayores ya se han ido de casa. Juan Valentín está en la Universidad de Essex, privada, a razón de 10.000 euros al año, más un coste semanal de alojamiento que oscilaría entre los 91 y los 192 euros. El segundo hijo, Pablo Urdangarín, ha seguido los pasos (deportivos) de su padre y juega en la selección juvenil del TSV Hannover-Borgdorf. Vive en un piso con otros jugadores como él.

A su madre, la Reina Sofía, le preocupa profundamente el estado de Cristina. Los mismos medios han publicado que la Reina emérita le ha pedido que regrese a Madrid a pasar una temporada, pero la Infanta no valora esa posibilidad. En Ginebra visita a un psicólogo para hacer frente al lustro carcelario que aún tiene por delante y que incluye visitas semanales a la cárcel de mujeres abulense.

Parece que el verano será largo y duro para Cristina de Borbón. No podrá contar con el permiso que su marido había solicitado antes del estío. Tendrá que esperar hasta las Navidades, algo que según las fuentes aludidas ha agravado el hundimiento emocional del antaño flamante duque de Palma. Para afrontar lo que tiene por delante, Cristina cuenta con el apoyo de su padre y su madre. No de su hermano Felipe VI. La amiga de la Infanta citada por El Español resume así cuánto daño le hace esta situación. "Esa fue una de las razones que más le han hecho sufrir, porque puede que te esperes que en público no te hagan ni un solo gesto, pero es que en privado casi ha sido peor. Y eso ella no lo va a olvidar".