Los cambios de gobierno en los ayuntamientos tras las elecciones alimentan la curiosidad del vecindario por el ajuste salarial que se produce entre las medidas iniciales que adoptan los nuevos inquilinos. Negreira (PP) rebajó la nómina un 3% y de 14 concejales eliminó 3. Sus antecesores Losada-Tello (PSdeG y BNG) produjeron una inflación de integrantes en su gobierno municipal, cuyos concejales se elevaron los sueldos un 70%. Este carrefour de avivados registró en su gestión un balance de gastos llamativo: 750.000 euros en servicios postales; 271.000, en relaciones públicas; diversos, 1.299.167,69; y en reuniones y conferencias, 230.900 euros. La progresía sedicente, "los progresadores", en su línea populista, suelen mostrar un tic carente de intenciones comprobables. Hubo, además, competición por alcanzar la representación municipal en el Consejo de la Autoridad Portuaria, dada la sustanciosa retribución. El alcalde bipartito se encerró en su propio convólvulo, a merced de las ocurrencias de sus protésicos socios. En Orense, por ejemplo, entre lo novedoso se llegó a recomendar a los alcaldes de la provincia a "superar el minifundismo mental", además de fracasar en la implantación de "muñecos normalizadores". En la provincia coruñesa, en Ames, su alcalde tiene mayor retribución que el de Santiago. Aquí, la Marea Atlántica fue austera, rebajó en un 50% los sueldos de alcalde y de sus ediles. La flamante alcaldesa Inés Rey ha llevado a cabo un reajuste y pasa a percibir 69.218 euros anuales, unos 30.000 más que su antecesor. La discrecional pecuniaria, por su diagrafía, de difícil explicación y peor presentación, suscita reticencias en el ciudadano, que malicia cómo la política puede llegar a utilizarse a modo de máquina registradora. Vivimos tiempos en los que el verbo más apasionante es el de acelerar; todo deprisa, sin arraigo en el pasado. En la política francesa, Giscard Chirac y Sarkozy coincidían en la máxima: "Si la juventud es una gran ventaja para conquistar el poder, es una debilidad en el momento de ejercerlo".

Nuestra alcaldesa ha recuperado la tradición de enviar una representación a la ofrenda de Lugo al Santísimo Sacramento, de las ciudades que fueron capitales del Antiguo Reino de Galicia, tradición que data de hace más de tres siglos. Un año que le correspondió a La Coruña, acudió la Corporación en Pleno, con sus maceros perfectamente ataviados. Uno de ellos al regreso perdió el automóvil y hubo de esperar el tren para volver y se vio seguido de una caterva de críos por las calles lucenses, admirados de la singular vestimenta del funcionario y de su empelucada cabeza.