Que cómo me siento con la que está cayendo? Bueno, pues trataré de aproximarme, querida amiga. Y digo aproximarme porque, no sé si a ti te pasa, pero a mí me sucede con frecuencia que no se describir cómo realmente me siento cuando es muy difícil saber lo que pasa, porque todo el mundo miente, disimula, finge, se oculta o trata de engañar y a toda esta mierda le llaman "hacer política".

En las elecciones generales, querida, las izquierdas han superado a las derechas en votos y en escaños. Más en escaños que en votos. Por ello las izquierdas son las llamadas a formar gobierno. El voto de izquierdas tiene dos grandes referencias: el PSOE, mayoritario, y Unidas Podemos y sus confluencias, minoritarios. Lo natural sería pues el acuerdo para gobernar, pero esto se hace difícil por la desconfianza mutua entre los dos polos. Desconfianza sobre todo política, porque creo que los recelos personales que pudiera haber no son determinantes. El PSOE desconfía de UP y viceversa. Los socialistas temen que los de Podemos no les dejen gobernar cómodamente y emerja un debate o confrontación en el Gobierno que ponga de manifiesto ante su electorado la subordinación tradicional del PSOE al llamado sistema, es decir a los poderes fácticos. El PSOE, en este caso, no podría disimular o blanquear su subordinación al capital financiero y perdería electorado progresista y de izquierdas o el apoyo y consideración del llamado poder real o, lo que sería peor, las dos cosas. También el PSOE teme que se produzca una diferencia profunda en el tratamiento futuro del llamado conflicto catalán, que mejor debería considerarse como una parte muy importante del problema español. Diferencia que podría hacer saltar por los aires el statu quo tras la sentencia del procés. También en el PSOE se trata de soslayar, sin que se desmanden a aquellos militantes y votantes que gritaron "Con Rivera, no" y por ello se simula la búsqueda de un acuerdo con Podemos sin negociar nada en realidad, porque la socialdemocracia española real, y puede que mayoritaria en el partido, sigue prefiriendo a Rivera, o incluso a Casado, antes que a cualquier formación a su izquierda. Son las desconfianzas y temores propios de esa socialdemocracia europea que la lúcida filósofa italiana Donatella Di Cesare describe como la sirvienta o criada "que sigue la agenda del capital, que ejecuta los deseos del mercado".

Podemos, por su parte, no se fía un pelo del PSOE porque teme que los acuerdos programáticos más substanciales se queden otra vez en el papel, sirviendo solo para engañar al respetable, sobre todo los que afectan a las cosas de comer: a la regulación de los mercados o al mínimo embride del capital. Por eso Podemos quiere estar en el Consejo de Ministros, que es donde cree que se corta el bacalao político, y teme que en cualquier otro lugar de la administración pueda ser fácilmente burlado. Podemos piensa que un acuerdo sin poder real lo puede llevar a pagar todos los platos rotos de la frustración y desencanto que se producirá y que esto hará que pierda apoyos a favor de un socio de gobierno, bien dispuesto a engullirlo. La desconfianza de Podemos lo lleva a buscar el mayor grado posible de control sobre el Gobierno y sobre los propios acuerdos, consciente de que en un acuerdo, a menos control más incumplimiento, y que esto siempre le saldrá más caro a los de Pablo que a los de Pedro.

En este clima de desconfianza nada bueno puede augurarse, aun en el caso de que pacten un gobierno. Recuerda aquel bipartito de izquierdas en Galicia que, al final, trabajó para la derecha. Por eso no sé muy bien lo que siento, pero tampoco me fío nada. La desconfianza, querida, siempre es contagiosa.

Un beso.

Andrés