Qué tal les va el verano? Espero que bien, y tampoco quiero aguárselo precisamente porque yo eche en falta un poco de agua para enfriar un poco el ambiente, en estos días de tórrido e insoportable calor. O sea que si a ustedes les va bien, disfrútenlo. Y si no, apúntense conmigo a la nómina de los que preferimos siempre un poco más de frescor. Ya llegará.

Lo que también sigue tórrido es el panorama político, con dimes, diretes, alguna que otra gastroenteritis y, desde luego, bastantes atragantamientos en temas que deberían ser objeto de puro consenso, más allá de los réditos políticos, como es el de los derechos LGTBIQ. Más ruido que nueces con ribetes electorales, como siempre, y los sufridores de todo ello siendo amenazados con la perspectiva de tener que volver a votar. Ya les he dicho hace un tiempito que tal extremo no solamente me parece indigno y esperpéntico, sino fuera de cualquier lógica posible. Algo que las encuestas, para más inri, corroboran: poco se movería en los resultados si volviésemos a pasar por las urnas. ¡Evidente!

Pues ya lo ven, un verano complejo en el que, afortunadamente, también hay algunos temas de consenso y sentido común, entendido tanto como el más común de los sentidos como en su significado aproximado de lugar de encuentro desde diferentes percepciones e ideologías. Y uno de estos capítulos convergentes, en medio de todas las divergencias entre las que nos movemos, se materializa muy cerca de nosotros. Me refiero al Pazo de Meirás y al necesario proceso que ponga fin a su relación con la familia Franco. Y no por molestar, por meter el dedo en el ojo o por revanchismo. En absoluto. Simplemente porque todo el mundo sabe que la supuesta compra de tal activo inmobiliario por el dictador a título personal fue, esencialmente, una pantomima. Como bien han podido evidenciar los investigadores con años de trabajo a sus espaldas, y estos días es reproducido en todos los medios de ámbito estatal, el mismo bien fue adquirido tres años antes por la Junta Pro Pazo, con el ánimo de regalárselo al nuevo Jefe del Estado, y así tenerle cerca y poder perseverar en los lobbies personales y colectivos de cada uno de sus integrantes. Pero, con todo, y teniendo en cuenta que todos los gastos de tamaña adquisición „en ese momento y en los posteriores„ fueron a cargo de las instituciones públicas, es evidente hoy que el pazo es de todos, no de quien ostenta su dominio y pretende defenderse contra viento y marea de un fallo en sentido contrario.

Un tema, el de Meirás, que como digo suscita todos los consensos. El del arco parlamentario sin excepción, por una parte, y el de las instituciones ejecutivas, por otra. Tal inédita respuesta ciudadana y de sus representantes no ha de caer en saco roto. Y aunque el tema esté judicializado hoy o lo esté más tarde, los argumentos que manejan las partes no dan para mucho más. Yo creo que con la hipotética „y yo diría más que previsible„ vuelta del Pazo de Meirás al patrimonio público se cerrará así definitivamente una página de la historia relativamente reciente, que sigue manchada de injusticia. Aunque hay más... Ya hemos hablado aquí alguna vez de la barroca Casa Cornide, en la que tuvo su sede la Casa Consistorial de la ciudad, y en la que mi padre me aseguraba había ido él al colegio con los Tomasinos, a pesar de que de la bibliografía que he encontrado no acierto a discernir si tal Centro Cultural Santo Tomás era colegio o algún tipo de centro de actividades complementarias, a modo de lo que hoy entenderíamos por un centro cívico o un centro sociocultural. Esa casa, regalada por Barrié a Franco „y volvemos a los lobbies y a las dádivas y lisonjas a cambio de prebendas„, ¿podría ser afectada hoy por algún proceso parecido? Me consta que, desde el Ayuntamiento, se ha realizado alguna primera gestión al respecto...

Lo importante, repito, no es cambiar la Historia. Es imposible, y los herederos de aquellos que se beneficiaron de las nuevas relaciones de poder, y que cimentaron sus actuales fortunas en los duros tiempos de la guerra y la posguerra, no tienen nada que temer. Pero no olviden que muchos de los que medraron al calor de la dictadura lo hicieron a partir de la sustitución de los grupos dominantes por otros de nuevo cuño, al calor del Movimiento y de todo lo que se generó a partir del golpe de Estado de 1936. Otros perdieron, y mucho. Dicen que mi abuelo cerró su negocio en la Ciudad Vieja y vio requisados sus camiones, precisamente por no querer comerciar con el hambre de nadie, optando por replegar sus velas ante lo que se venía encima. No era un patrimonio enorme lo que tenía, pero otros, entonces con mucho menos, se erigieron en grandes empresarios a partir de elementos como el racionamiento, el contrabando o el comerciar con la miseria de los demás. Y no, ahora no cambiaremos la Historia. Ni tiene sentido alguno ni nadie vivo tiene ahora la culpa de lo que pasó entonces. Pero un icono como Meirás, oprobio diario al pueblo, ha de cambiar de titularidad. Esto lo entiende el Gobierno de la Xunta de Galicia, el Gobierno Central y una abrumadora mayoría social. Y ahora se ve refrendado por la constatación de las turbias operaciones llevadas a cabo sobre las escrituras de lo que un día fue diseño propio y vivienda de la singular y visionaria Emilia Pardo Bazán.