Sospecho que habrá pocas personas que entiendan y acepten con absoluta normalidad que cuando, por ejemplo, el pescadero pregunta si pone alguna cosa más y obtiene un no como respuesta, añada un kilo de bonito y otro de pescadilla en la cesta de la compra pasando a cobrar el importe correspondiente; o que tras responder en la tienda que no se desea ninguna de las prendas propuestas, un grupo de dependientes nos empujara hacia el probador forzándonos a poner lo que les viniera en gana. En cambio, en el ámbito sexual la sociedad parece tener un ángulo de comprensión de mayor amplitud y flexibilidad, dado que no es excepcional la idea de que una negativa verbal o gestual de cara a iniciar o proseguir una relación sexual carece de la voluntad necesaria para frustrar el deseo de abrirse paso hacia el oscuro rincón del abuso y la violación.