A algunos no les sonará el nombre de Alberto Méndez, autor de los cuatro cuentos reunidos en el volumen titulado Los girasoles ciegos. Quizá otros recuerden que el propio autor y Rafael Azcona escribieron el guion que después dirigió José Luis Cuerda. Obvio los adjetivos, porque todos me parecerían insuficientes para lo reseñado.

Quizá su obra pasase más inadvertida de lo deseable, quizá haya que recordar que falleció en 2004, antes de recibir el Premio Nacional de la Crítica (2005) por esta obra difundida en inglés, alemán, italiano, francés, serbio... inmediatamente; también el Premio Setenil reseñando a Borges y Cortázar y el Premio de la Crítica Narrativa castellana. Tampoco sería superfluo recordar que su labor en la Editorial Ciencia Nueva, cerrada y prohibida por Fraga en 1969. El caso es que alguna virtud ha de tener el autor pese a haber resistido hasta que los posfranquistas, que ahora vuelven, quedaron con menos voz desde 1982.

Quienes hoy tratan de desperdiciarlo olvidan que le deben las traducciones habituales para la editorial Aguilar de autores como Dickens, Stevenson, Chesterton y que en 1962, obtuvo el Premio Nacional de Traducción por su versión de las obras teatrales de Shakespeare.

¿Por qué hablar de él ahora? En principio porque es una obra de narraciones sobre la Guerra Civil y sus consecuencias sociales, siguiendo la tradición de Max Aub y Juan Eduardo Zúñiga, por solo citar a alguno de sus mejores cultivadores. En un libro de cuentos peculiar, los organiza de la forma más compleja „mas no se asusten„ lo que denominamos un "ciclo de cuentos" son relatos de valor independiente y engarzados generando otra unidad de contenido. Se narran cuatro historias de horror y desolación, en las que se ahonda en las razones de la derrota, no en vano los subtítulos de los cuentos aluden a ella. Son relatos para activar la memoria, contra el olvido, y en defensa de la idea de que en una guerra todos son perdedores.

Quizá por ello los personajes a los que se les proporciona voz, siempre seres anónimos, aparezcan desorientados, perdidos, como los "girasoles ciegos" del título, como el Hermano Salvador de la última pieza del conjunto.

Éste es, por tanto, uno de esos pocos libros que puede satisfacer a todo tipo de lectores. Por un lado, es sencillo y profundo a la vez; realista, pero cargado de simbolismo. Es una oferta sin riesgo alguno y menos para los alumnos andaluces de 2º de bachillerato, para que la lean y respondan un par de preguntas en la selectividad sobre sus rasgos más importantes. Hay a quien le molesta y la elimina. Así vamos. Otra pena.