Los elegimos, y pagamos sus sueldos, para que gobiernen o al menos dejen gobernar y, sin embargo, parecen empeñados en no hacer ni lo uno ni lo otro.

No habíamos visto nunca una clase política como la que tenemos en este momento: políticos de tres al cuarto que en ningún caso merecen la responsabilidad que a través de las urnas les hemos encomendado.

Disimulan o mienten con la mayor hipocresía y también el mayor de los descaros. Toman a los ciudadanos por imbéciles cuando han demostrado éstos tener mucha mayor sensatez, mayor sentido de la realidad que todos ellos. Se dedican a insultar continuamente al adversario. Se jactan unos de que no van a facilitarle la formación del Gobierno al más votado mientras otros se niegan incluso a hablar con él. ¿Cuándo se ha visto eso en democracia? Y presumen además de "liberales". Califican éstos de "infamia" o "traición" cualquier pacto con terceros que intente el rival político porque se trata siempre de poner zancadillas a aquél a quien se niega toda legitimidad.

Aspiran otros, sobrevalorando sus fuerzas, a algo que el interlocutor una y otra vez les niega. Se esfuerza éste en disimular sus preferencias, que no son las de muchos que le votaron, pero sí las de los mercados y Bruselas.

Y amenaza, porque es el único que puede hacerlo, con convocar nuevas elecciones si quienes le cortejan no aceptan su trágala.

Son unos y otros como el perro del hortelano, que no come ni deja comer. Y están logrando, a base de cerrazón y sinrazones, aburrir a una ciudadanía que no parece salir de asombro.

¿Qué fue de todas aquellas promesas de regeneración, de lucha contra la corrupción, de disposición al diálogo, de transparencia? ¿Es ésta la que llamaban "una nueva forma de hacer política"?

¿Qué hemos hecho mal los ciudadanos para merecernos tan bochornoso espectáculo? Los elegimos para gobernar y no lo hacen. ¿Hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia?