Se cumple medio siglo de la llegada a la Luna y arrecian los recuerdos entre los que ocupa un lugar destacado la teoría, se ve que eterna, de la conspiración: Neil Armstrong y Buzz Aldrin no llegaron jamás a nuestro satélite. Las imágenes que proporcionó, en cantidades ingentes, la NASA corresponden a un plató construido en Nevada simulando la superficie lunar y un director de cine de reconocido prestigio en películas de ciencia ficción, ya se trate de Stanley Kubrick o de George Lucas, se encargó de fabricar el engaño. Incluso hay colgado en Internet un vídeo, se supone que subido por Wikileaks, que revela la mentira del alunizaje.

Es cuestión de fe; la que atribuyen los escépticos a quienes se creen que sí, que los Estados Unidos llevaron a los astronautas a la Luna, y la que exhiben quienes no aceptan ninguna prueba de que fue así porque los poderes políticos nos engañan por definición. Hablar de pruebas es, en este contexto, absurdo, porque siempre cabe sostener que tales evidencias están también manipuladas. Hace un par de días oí por la radio un debate sobre este asunto en el que el escéptico de turno sostenía que la bandera de las barras y las estrellas no podría erguirse si no hay viento que la empuje. Una de dos: en la Luna hay viento y, en ese caso, ¿dónde está el polvo que tiene que levantar?, o bien la enseña ondeaba porque no había salido de nuestro planeta. Ni que decir tiene que la posibilidad de que la bandera fuese rígida, de aluminio o de plástico y no de tela, no se le ocurrió al tertuliano.

Es curioso que, junto a la teoría de la conspiración acerca de la llegada mentirosa a la Luna, se esgrima otra de signo más bien contrario: la de que numerosos extraterrestres han llegado a visitarnos y el mismo gobierno que nos engaña con lo del alunizaje oculta las pruebas. Se encuentran almacenadas, según nos dicen, en la base aérea emplazada también en el desierto de Nevada, lugar ideal para montar engaños, que se conoce con el nombre de área 51. La convocatoria en Facebook para reunirse ante ella para asaltarla el 20 de septiembre a las tres de la madrugada ha atraído hasta ahora a más de un millón de personas que aseguran que irán a la cita. Es cosa de ver si todo quedará en una broma o si en verdad habrá un gentío en la madrugada del 20 de septiembre (o del 21, que la hora confunde) dispuesta a asaltar el recinto.

Desmontar una idea paranoide acerca de cómo las autoridades nos engañan no lo consiguió ni siquiera el filósofo Karl Popper, pese a la fuerza de sus argumentos. Pero es lógico que sea así porque ya se sabe que contra la fe no caben razones. Si buena parte de la humanidad acepta las explicaciones sobrenaturales acerca del origen del universo, la aparición de las especies de seres vivos o la inmortalidad el alma, cualquier recurso a la lógica está de antemano condenado al fracaso. La fe mueve montañas, se dice, y siendo así ¿cómo no habría de mover voluntades?